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¿Ortodoncia para llevar?

El autor afirma que las nuevas clínicas de alineadores no toman en cuenta la salud del paciente y ponen a la Ortodoncia al mismo nivel que los salones de bronceado, manicura o depilación. (Foto: Quang Tri NGUYEN/Unsplash)

lun. 16 noviembre 2020

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El reconocido experto español David Suárez Quintanilla realiza un penetrante análisis del impacto en la especialidad y en la sociedad de las nuevas clínicas especializadas en Ortodoncia invisible, que prometen falsamente tratamientos ultrarrápidos imposibles de cumplir clínicamente.

Sócrates comparaba la práctica de su dialéctica con el de un insecto hematófago, el tábano, y así lo expuso en su famoso discurso apologético antes de beber la cicuta. Javier de Pisón, director de Dental Tribune Latinoamérica, lleva tiempo pidiéndome que realice un remedo de esta sana, pero peligrosa, actividad inquisitiva centrada en la actual situación de mi amada especialidad. Para mi desgracia, solo comparto con el ateniense más sabio (“solo sé, que no sé nada”) mi calvicie y abultada nariz, según la descripción realizada por Alcíbiades, y por tanto pido perdón de antemano por la comparación. Aquí va otra entrega para reflexión de unos, enfado de otros y polémica de todos. Espero que una buena mordedura del tábano ayude a despertar a alguno; no tengo grandes esperanzas.

Tal como está el panorama, y con el diluvio que está cayendo, unas gotas de lluvia no parecen empeorar aún más la situación de la especialidad, pero los ortodoncistas, quizás por nuestra doble pasión por la profesión y la estética minimalista, somos muy sentidos y recibimos cada pequeño atentado contra los pacientes y nuestra querida especialidad, como una afrenta quijotesca.

“La frivolidad de estas clínicas ‘take-away’ es considerar a la ortodoncia al mismo nivel que el bronceado, la manicura o la depilación, sin la más mínima preocupación por la salud del paciente”.

En concreto me refiero al anuncio, a los cuatro vientos por redes sociales, de la apertura en España de clínicas franquiciadas “take-away” de Alineadores (Impress, SmySecret, Straigt Teeth Invisible, Smile Direct Club, etc.). Ante todo desearles, por el bien de sus futuros usuarios, un próspero negocio, al menos inicialmente, que le permita disponer de la suficiente liquidez para afrontar la devolución del dinero a sus clientes si las cosas se ponen mal y comienzan las reclamaciones y denuncias. Sería una manera de cortar la tónica de quiebras fraudulentas a la que nos tienen acostumbradas este tipo de franquicias (todas “dent” más un prefijo o sufijo hortera) que concentran sus desdichas en las clases más humildes (véanse los vídeos que circulan por internet de pobres pacientes, y pacientes pobres, reclamando muy airados la finalización de sus tratamientos, ya pagados, financiados por el banco). Son lo opuesto a Robin Hood, quitando a los más desfavorecidos para llenar la bolsa de unos pocos pseudoempresarios del diente. Y a éstos me dirijo, recordándoles que vender alineadores no es lo mismo que vender churros en las ferias o hamburguesas en McDonalds (aunque sí comparten con esta compañía el sueldo que pagan, los primeros a sus repartidores y los segundos a sus diagnósticadores-planificadores de casos; siempre hay alguien dispuesto a aprovecharse de la inmigración forzosa de dentistas de países como Venezuela). Esperemos que, de una vez por todas, las autoridades limiten el número de clínicas por profesional (o empresario en la sombra) y exijan a estas cadenas de clínicas un fondo de reserva preventivo intocable para atender a los pacientes en estas situaciones y no sean los verdaderos damnificados, los últimos en la cola para cobrar.

No soy nada sospechoso de ser un tradicionalista de la ortodoncia, al menos en cuanto a novedades tecnológicas y biomecánicas, ni de rehusar el uso de alineadores, que utilizo con profusión en mi clínica, e incluso he desarrollado una técnica propia para su uso en dentición mixta.

Pero precisamente como conozco el objetivo que su nombre bien define, alinear, y sé de las limitaciones de esta técnica, me sorprende este carácter reduccionista y simplificador de los que se dicen “especialistas en ortodoncia” y únicamente utilizan este tipo de aparatos en sus clínicas, argumentando que otras técnicas más clásicas ya están periclitadas. Es un argumento falaz, que, en realidad, oculta un argumento económico (supongo que ahora la conjunción de crisis y mascarilla les hará replantearse volver a la, según ellos, obsolescencia).

Está claro que hoy se pueden hacer con ellos más cosas que el alineamiento y la expansión, en especial si usamos auxiliares como MARPE, cirugía, elásticos, microimplantes o le colocamos aderezos para el reposicionamiento mandibular, muchos de ellos copias descaradas de la aparatología funcional más clásica (ya decía mi maestro el Profesor José Antonio Canut que el que dice haber inventado algo en ortodoncia es porque no ha estudiado lo suficiente). Este punto es un botón de muestra de cómo nos conducimos los dentistas: durante años, los Evidence Based Orthodontics americanos (mucha evidencia, pero poca clínica) han sido contrarios a los resultados clínicos conseguidos en el tratamiento de las Clases II mandibulares, por la escuela funcionalista europea. Ahora que una gran multinacional se dedica a poner un remedo de bloques gemelos de W Clarck a los alineadores para corregir esta maloclusión, ahora sí que crece la mandíbula para mayor gloria de los alineadores. Ya decía Albert Einstein que había dos cosas infinitas, la estupidez humana y el universo, pero que de la segunda no estaba seguro.

No hay que negar que todo lo que rodea a los alineadores es un gran negocio empresarial (véanse el valor en bolsa de Align Technology o la reciente decisión de Dentsply-Sirona [ver mi artículo en Dental Tribune al respecto] de defenestrar a su marca de ortodoncia clásica, GAC, en favor de los alineadores, solo por motivos de rentabilidad empresarial). Y también un nuevo negocio, cómodo y limpio, para el dentista general sin conocimientos ni experiencia en ortodoncia: solo hay que prescribir (en realidad, solo escribir) “alinear los incisivos”, vender el caso, colocar unos ataches, hacer un poco de desgaste interproximal , cuando de verdad lo hace el profesional y no lo delega en el personal auxiliar… y cobrar).

Los dentistas-Marca son aquellos que, en lugar de vender sus conocimientos y servicio personalizado, venden una marca de alineadores, destacando los títulos dados por esa marca en pago a su consumo de sus alineadores”.

Pero la cuestión clave, la que incluso se hace el profano, es: si existen estos fantásticos sistemas digitales CAD/CAM, tan sencilla y asépticamente infalibles y clínicamente efectivos, ¿por qué hay tontos haciendo másteres de ortodoncia full-time de dos o tres años? ¿Son diletantes a los que les gusta perder tiempo y dinero en estudiar crecimiento cráneofacial, biomecánica, biología del movimiento dentario ortodóncico? ¿Pasaremos los docentes universitarios de ortodoncia a engrosar las cifras del desempleo?

Vivimos una sociedad VICA (voluble, incierta, cambiante y ambigua), donde los valores tradicionales se han trastocado por una ética de fluidez mercúrica, que solo responde a las necesidades del mercado. El mercado, y sus exigencias consumistas, son la única guía de las decisiones políticas.

Ya no vivimos en una sociedad donde la excelencia sea un un valor de referencia, como la oclusión ideal, sino en en una situación en la que el hombre-masa de Ortega, aquél que flota y se deja mecer al compás de las mareas de la moda, que solo sabe exigir derechos, y subvenciones, se ha convertido en legión, pegado a un teléfono más inteligente que él, mientras vive feliz en la impersonalidad de la mediocridad.

La excelencia, el gobierno y poder de los más sabios y preparados, está siendo desterrado por lo que da votos: el populismo más ramplón. La incultura de las nuevas generaciones, reflejada en el espejismo de las redes y los youtubers, pintan un sombrío panorama post-covid 19. A la crisis sanitaria y económica se va a sumar una devastadora crisis cultural. Poco podía imaginar, a mis sesenta años, que tuviera añoranza de la dicotomía nietzscheana entre la moral del superhombre y la del esclavo.

Es en este escenario donde hay que incardinar estas clínicas “take-away”, en la frivolidad de considerar la ortodoncia al mismo nivel que el bronceado, la manicura o la depilación, sin la más mínima preocupación por la salud del cliente, antes paciente, obligado a firmar como principal y único responsable de todos aquellos problemas y desastres que puedan originar los aparatos precocinados dispensados en cadena por la franquicia. La frivolidad se hizo dentista, y habitó entre nosotros: Que el aparato produce problemas periodontales, la culpa es del paciente. Que el aparato produce una mordida abierta posterior y problemas de ATM, la culpa es del paciente. Que el aparato no funciona, la culpa es del paciente que no se lo pone lo suficiente.

Muchas de estas clínicas de una sola técnica, y muchos de los plástico-adictos, limitan sus objetivos a las exigencias del paciente, que reduce su maloclusión a señalar con su dedo “el diente mal puesto”, sin reparar en su Clase II, discrepancia y protrusión dental, mordida cruzada posterior y mordida abierta. Es normal que los pacientes sean así y que reduzcan sus problemas a lo que ven, a los seis dientes anterosuperiores (los “social six”). Pero es nuestra misión ética y profesional ejercer la pedagogía del diagnóstico y, una vez analizado y explicado todo, que sea el paciente informado el que tome la decisión. Si los pacientes supieran lo que se tiene que conseguir con un tratamiento de ortodoncia, otro gallo cantaría. Pero la simple devolución del dinero, sin reclamar daños y perjuicios, es una magnífica solución a los conflictos para los seudoempresarios del alineador.

Los dentistas-Pinocho tienen la capacidad de convencer al paciente de que es el paciente, y solo él, el responsable de los fracasos clínicos del dentista”.

Es cierto que no se ve lo que no se conoce y esto le pasa a muchos neófitos de la ortodoncia, que al no tener un mínimo de formación son incapaces de ver, ya no digo diagnosticar, los diferentes componentes de la maloclusión. En resumen, y esto es la clave de la cuestión, que por el mismo precio (o superior), solo van a poder conseguir un pobre resultado limitado al diente digitalmente señalado (esto es el diagnóstico digital para ellos).

Existen dentistas-Marca, que en lugar de vender su nombre, conocimientos y servicio personalizado, venden una marca de alineadores, destacando los títulos dados por esa marca (master platinum del universo) en pago al consumo de alineadores; y existen también dentistas-Pinocho, a los que admiro por su capacidad de convencer al paciente de que es el paciente, y solo él, el responsable de los fracasos clínicos del dentista. Son “profesionales” que le dicen al paciente que “eso”, una mordida cruzada posterior, no es importante, o que “ya está”, que hasta aquí es lo que puede llegar a hacer el aparato o, ante una desviación funcional mandibular, que no tenga la “manía” de torcer la boca y que aprenda a morder recto. No son pocos los que tienen ambos títulos (Marca y Pinocho). Caraduras los hay en todos lados y todas las profesiones.

Como nadie va a poner puertas al mar y mucho menos limitar el ejercicio profesional, y menos entre especialidades de la odontología (véase el rotundo fracaso en España y en todo el mundo de las sociedades científicas y profesionales de ortodoncia en este terreno), yo solo veo una solución a este problema, unívoca, clara y diáfana. Con la mano en el corazón soy de los convencidos que la Ortodoncia es una especialidad muy particular de la Odontología, cada día más cerca de la medicina (véanse otros artículos míos en Dental Tribune). Los sorprendentes resultados de las actuales técnicas en ortopedia dentofacial en el adulto, disyunciones no quirúrgicas tipo MARPE, prevención y tratamiento paliativo del Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño, la roncopatía, el bruxismo, toda la patología disfuncional y de ATM de componente oclusal o el diseño de sonrisa (que no es nada sin el correspondiente tratamiento de ortodoncia en la mayoría de los casos), por no hablar de la increíble capacidad para modelar el crecimiento de la cara de nuestros hijos, nos hacen sentir dichosos y orgullosos de haber escogido esta especialidad.

Estos neófitos de la ortodoncia, al no tener un mínimo de formación, son incapaces de diagnosticar los diferentes componentes de la maloclusión y solo van a conseguir un pobre resultado limitado al diente digitalmente señalado, que es lo que es para ellos es el diagnóstico digital”.

Solo un lerdo ignorante puede creer que todo el cuerpo doctrinal y biomecánico de nuestra especialidad es un divertimento teórico y que el ejercicio clínico se reduce a pegar brackets mágicos o colocar plásticos, sin realizar ningún tipo de diagnóstico o bajo las directrices, diagnósticas y terapéuticas, de programadores totalmente ajenos a la odontología.

Por eso, porque sé lo que cuesta, en tiempo y esfuerzo, formarse bien en nuestra especialidad, y soy consciente de la fata de líderes y del actual descontrol de los tratamientos “take-away”, la solución pasa por una sencilla regla: informar al paciente de lo que debe exigir y reclamar en su tratamiento de ortodoncia y ayudar a éste (y me dirijo a Colegios Profesionales y sociedades científicas y políticas de la Ortodoncia), mediante un concienzudo peritaje, a realizar la oportuna denuncia, pidiendo daños y perjuicios, más allá de la simple devolución del dinero. Esta campaña informativa ha de ser fuerte y potente, con un gabinete de comunicación y de abogados bien pagado, que empiece por explicar al paciente lo que le quieren hacer firmar. Este es, de verdad, el único camino para intentar solucionar todo este maremágnum de desprestigio profesional tan perjudicial para el paciente.

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El Profesor y Doctor David Suárez Quintanilla es catedrático de Ortodoncia de la Universidad de Santiago de Compostela (España), expresidente de la European Orthodontic Society y vicepresidente de Ortodoncia de la International Association for Dental Research. En sus más de treinta años dedicados a la Ortodoncia, ha creado procedimientos como la Técnica SWLF (Straight Wire Low Friction), desarrollada con la compañía RMO de Denver, que es actualmente utilizada por ortodoncistas de más de treinta países. Además, es autor del libros como "Ortodoncia. Eficiencia Clínica y Evidencia Científica”. Visite su página web en: dsqtraining.com

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