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En época de crisis unos lloran, otros venden pañuelos

El autor afirma que este virus no perdona a quien desacata las normas de distanciamiento social, algo que es vital mientras el virus continúe activo para alcanzar un retorno a la normalidad.
Enrique Jadad Bechara

Enrique Jadad Bechara

lun. 28 septiembre 2020

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Nuestro columnista analiza los peligros de la reducción de las medidas de aislamiento y distanciamiento social impuestas por la pandemia de coronavirus. A la vez, afirma que las crisis nos deben servir para crear estrategias para salir adelante en la vida.

El tema de esta columna es la reincorporación de todos a la “vida normal”, para lo que quiero tratar dos aspectos sobre las medidas de distanciamiento social.

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Primero, estamos al inicio de la salida masiva obligatoria, y digo obligatoria por una sola razón: o nos contagiamos o morimos de hambre; la economía de todos los países está colapsando por cuenta de esta pandemia, el aislamiento, el encierro y la imposibilidad de ir a trabajar, que ha sido peor que cualquier guerra que la humanidad recuerde.

Las medidas para desescalonar el aislamiento, abrir los comercios y llevar a la gente a vivir esa vida normal de antes, pueden ser una ruleta rusa, una bomba de tiempo, que pueden provocar un aumento de los casos y las muertes local, nacional y globalmente en las próximas semanas. Una gran parte de la sociedad está de acuerdo con la apertura y reincorporación a esa vida normal del pasado, se habla de la inmunización de rebaño, pero nadie sabe que pasará; lo que sí tenemos claro es que sin productividad se viene otra pandemia de pobreza, hambre y caos.

"De nosotros depende la capacidad de supervivencia, las posibilidades de superar con éxito esta crisis; que no nos pase por la mente meterle gato por liebre al coronavirus".

Debemos mantener la calma, tomar decisiones racionales, salir cuando sea necesario, tratar de minimizar los riesgos. Nuestros gobernantes han hecho lo que han considerado la mejor opción; no es que hayan fallado, que se hayan equivocado, sino que el enemigo al que estamos enfrentando es muy bueno en lo que hace, debemos ser muy inteligentes y tomar las precauciones del caso por si esta epidemia llegase a empeorar. Tenemos que entender que, aparte de los desastrosos efectos sobre la salud y la vida de las personas, este virus ha generado adicionalmente serios y lesivos daños a la economía familiar, a la economía y comercio en general, al mundo sin distinción de razas ni de credos.

La gente no solo está preocupada por la presencia del virus, sino también por la situación económica que ha afectado a un enorme porcentaje de la población, ha destruido empresas, industrias, negocios particulares, los niveles de desempleo han alcanzado niveles nunca vistos y las oportunidades laborales son escasas o nulas. Antes de la pandemia y con los limitantes normales de toda actividad comercial o laboral, al menos se podían tener proyecciones y deseos de tener emprendimientos exitosos que eran la base del sustento y bienestar de las personas y sus familias.

Con el ánimo de frenar los niveles de propagación del virus, se ordenaron los cierres de todo aquello que podría ser considerado vectores de contagio. Con estas medidas que iban en pro de la vida y la salud se cerraron indefinidamente los vuelos domésticos e internacionales, se cercaron municipios, ciudades, comunidades autónomas, se prohibieron los viajes entre ciudades, el transporte público, buses, se ordenaron cierres a colegios, universidades, centros comerciales, la industria en general, miles de empresas privadas, entidades gubernamentales, iglesias, parques, medios de transporte, todo para frenar o minimizar la transmisión del virus.

Lo que debemos tener en cuenta es que debemos ver a la familia entera como una sola unidad, esto lo expreso porque si una persona se arriesga, todo el grupo familiar entra a ese grupo riesgo. Está comprobado que las pequeñas cadenas de contactos pueden extenderse y replicarse con alarmante rapidez, esto complica las cosas, por ejemplo, si tu hijo visita a su novia, y luego me voy a tomar café con un vecino, ese vecino inmediatamente queda conectado con el empleado al que la mamá de la novia de su hijo le estrechó la mano.

Esto puede parecer una situación tonta, sin importancia, irrelevante, pero no lo es. Si la analizamos, no es más que una semejanza bastante exacta de la realidad. El problema es que la gente del común no le presta atención a estos detalles. Por esto es tan importante ser estrictos con los cuidados y con los lineamientos de bioseguridad, lo que debemos hacer es conseguir la ruptura de la cadena para así frenar el riesgo en la transmisión de esta letal enfermedad.

"Los invito a pensar y creer que lo que viene no será igual, que va a ser mejor".

El lavado de manos y otras medidas como el uso del tapabocas, lentes, visores y el distanciamiento social son las medidas más importantes y efectivas. Muchos se mantienen incrédulos ante los resultados y la implementación de estas medidas. Me da tristeza cómo personas que se supone que han estudiado, con niveles de educación alto, se dejan llevar por la ansiedad y el deseo de compartir con amigos y familiares, se pasado por la faja todos los protocolos, los lineamientos y las órdenes provenientes de los diferentes estamentos gubernamentales, sin entender que esa pequeña e inofensiva reunión o fiesta privada echó por la borda las estrategias implementadas por nuestros gobernantes.

Definitivamente, no se debe hacer trampa, pero a la gente le pica el deseo de romper y desacatar las órdenes, disfrutan con lo ilegal, con hacerle trampa al prójimo, a las autoridades. Vi con mis propios ojos cómo disfrutaron de sentirse invencibles retando al virus y “engañando” a la sociedad como a la ley. Me daba ira ver a colegas realizar procedimientos de estética; vi en Instagram varias publicaciones de bichectomías, otras ofertando esos fatídicos diseños de sonrisa, y todo en medio de la peor etapa de la pandemia.

Según los expertos y estudiosos en temas epidemiológicos, esta situación de engaño o autoengaño, potencializa las líneas de transmisión. Este desacato o travesura crea y catapulta un vector de transmisión que destruye todo el trabajo realizado por el personal de salud y la comunidad en general. Este virus no perdona a quien irrespeta y desacata las normas y reglas; lo que viene es muy complicado, ese proceso de retorno a la normalidad no va a ser nada fácil, porque el virus continúa activo.

Los servicios de salud deben estar preparados para un irremediable incremento de casos, porque los países que han adoptado la decisión de volver a la normalidad, es porque la curva de infectados ha descendido significativamente y acá en Colombia eso aun no ocurre. Nos soltaron por desesperación de bolsillo, desde el 1 de septiembre de 2020 nos han dado la libertad de salir, pero la realidad es que el coronavirus está al acecho, solamente nos han dado permiso y autorización para ir a buscarlo.

Tanto en Colombia como en muchos países de Latinoamérica, la economía, la productividad, la generación de divisas, el hambre, el desespero, la quiebra de empresas y negocios, el tema se volvió de bolsillo, los presupuestos de las empresas sobrevivientes y responsables ya no soportan más. Se hizo necesario abrir poco a poco las puertas que permitan ir normalizando la producción y economía. Se decidió hacer esta reapertura por fases y cada fase conlleva el cumplimiento de acciones que requieren la actuación responsable y armoniosa de toda la sociedad, y ahí es donde viene el grave problema, ya que nuestras sociedades son por naturaleza irresponsables.

A los profesionales de la Odontología les pido que sean prudentes, responsables con ustedes mismos y con sus familiares, cónyuges, hijos, padres, hermanos y con todos los que los rodean. De nosotros depende la integridad y la capacidad de supervivencia, las posibilidades de superar con éxito esta crisis; que no nos pase por la mente meterle gato por liebre al coronavirus: recuerden que ese minúsculo e invisible enemigo es más inteligente y letal que cualquiera de nosotros, ese microscópico elemento se ha cobrado la vida de miles de seres humanos, y lo triste es que hasta que no nos toque la puerta a nosotros, no le respetaremos.

 

Analizando el año 2020, podemos decir que ha será un año para el olvido. Nos tocó vivir un encierro forzado que nos llenó de paranoia, miedo, tristeza, incertidumbre, pero que también nos hizo reflexionar sobre nuestras vidas, la de nuestra familia y amigos, y vimos lo frágiles que somos. Ese enemigo invisible nos dio una lección de vida y de comportamiento. Hemos visto que el dinero no lo es todo, que los lujos pueden pasar a un segundo plano, pudimos valorar detalles que antes de la pandemia parecían insignificantes, pudimos dedicar mas tiempo a nuestros hijos, parejas, un libro se hizo más importante que el celular, que Instagram o Facebook.

De toda esta horrible pesadilla se han desprendido severos procesos mentales, cambios dramáticos en los planes y proyectos; una sensación de la llegada del fin del mundo, un miedo que nos embarga a todos en el planeta desde hace varios meses. Steve Jobs dijo en un discurso maravilloso que forma parte de su legado una frase que cabe en este tema de la pandemia que estamos viviendo como anillo al dedo: “Recordar que vamos a morir pronto es la herramienta más importante que uno pueda encontrar para tomar las grandes decisiones de la vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o el miedo al fracaso se desvanecen frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante”.

Los invito a pensar y creer que lo que viene no será igual, que va a ser mejor, porque las cosas siempre suceden por una razón, las situaciones vividas vienen con una finalidad preestablecida. En época de crisis muchos lloran, otros venden pañuelos; los insto a vender pañuelos, a secar las lágrimas de quienes nos rodean y a crear e implementar estrategias para salir adelante y poner el curso hacia el norte al barco de la vida.

 

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