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La ética es la ciencia de los buenos principios, de la responsabilidad, de las buenas conductas, de los buenos actos para con los demás. Ser ético implica anteponer los intereses de los demás a los de uno mismo.
En la Odontología, la ética va implícita desde el inicio: saber escuchar al paciente, hablarle con la verdad, transmitirle seguridad es parte importante de la ética, que debe estar presente en todos los momentos y pasos del proceso de atención.
En un servicio como la salud bucal, el comportamiento ético debe ser más profundo y palpable, porque se trata de hacer las cosas de la mejor forma para no defraudar la confianza que el paciente ha depositado en nosotros.
En las clínicas dentales, ser ético imprime una calidad diferente al servicio, fortaleciendo el prestigio de la clínica y dando un papel distintivo frente a las demás ofertas que existan.
Ser ético implica hacer siempre lo correcto, sin importar los retos y sacrificios que ello implique. La gran pregunta es: ¿es la ética innata o adquirida? Aunque las fuentes bibliográficas difieren al respecto, a nivel particular creo que ser ético es un proceso aprendido, que tiene sus raíces en la forma cómo nos han educado nuestros padres, que son el modelo que casi siempre se sigue en los diversos escenarios de la vida diaria. Esta forma de ética aprendida nos permite mantener un marco general, de buen comportamiento y respeto a los demás. Pero también es evidente que hay momentos en que el comportamiento ético es espontáneo y se genera sobre la marcha en el mismo momento de desarrollo del tratamiento.
En las clínicas dentales, ser ético imprime una calidad diferente al servicio, fortaleciendo el prestigio de la clínica y dando un papel distintivo frente a las demás ofertas que existan. La ética debe ser un comportamiento tan firme, que no se erosione en ninguna circunstancia, ni siquiera si un paciente pierde la confianza y decide migrar a otra clínica.
En este caso, es posible que le ofrezcan mejor atención, aunque en mi experiencia el paciente queda expuesto a que le critiquen el tratamiento anterior, suponiendo malas prácticas dentales, ofreciendo nuevos tratamientos y curas a problemas inexistentes, que tarde o temprano le decepcionarán. En muchos casos, ese mismo paciente retorna poco después a la clínica en busca de una atención ética y de calidad.
Este cambio de proveedor es aprovechado por los profesionales que se creen competencia para descalificar al odontólogo que realizó el primer tratamiento, inventando cualquier tipo de defectos para hacer pensar al paciente que ha tomado la decisión correcta, para hacerlo sentir más seguro y protegido por un servicio de supuesta mejor calidad. Es un ejemplo de una conducta antiética. Pero este falso escenario se desmorona cuando el nuevo tratamiento se deteriora.
En realidad, creo que es preferible no atender a los pacientes que duden de nuestra capacidad profesional, ya que es imposible atenderlos en esas circunstancias. Pero en mi experiencia de 50 años de atendiendo pacientes, he comprobado que en su gran mayoría son buenas personas, agradecidas cuando reciben un tratamiento ético.
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