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Visión de la pandemia de un dentista de trinchera

En los próximos artículos, el autor analiza las medidas que se deben adoptar para evitar los estragos de esta pandemia en la profesión odontológica. (Foto: Claudio Schwarz | @purzlbaum / Unsplash)

mar. 7 julio 2020

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Ahora que, todos los cuentos parecen el cuento de nunca empezar Ahora que el mundo está recién pintado Ahora que las tormentas son tan breves y los duelos no se atreven a dolernos demasiado (“Ahora qué…” de Joaquín Sabina)

  LA ODONTOLOGIA EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS  

"Los pacientes que acuden a las clínicas se quedan gratamente sorprendidos de la meticulosidad con que aplicamos todas las medidas de seguridad recomendadas

Como dice la letra de Sabina, “ahora que el mundo está recién pintado” es momento de seguir reflexionando sobre los cambios presentes y futuros que la pandemia está produciendo en nuestra profesión. Una palabra parece imponerse dentro de las paredes de nuestros consultorios, adaptación. Como no podía ser menos, en un sector tan dinámico y competitivo como el nuestro, la mayoría de compañeros y clínicas han reorganizado los espacios de sus clínicas, modificado agendas y han cumplido al pie de la letra las recomendaciones de protección y prevención de contagios.

Con la perspectiva que ya parece darnos el breve tiempo de esta pandemia, y las mil dudas que incomprensiblemente aún soporta la medicina sobre el comportamiento del virus y su potencial de contagiosidad, la conclusión que parece inapelable es la profunda crisis en que nos ha sumido a todos los dentistas. Ya superados los primeros momentos de escafandrismo total, donde más que atender a un paciente sano, con pocos visos de ser una fuente de contagio vírico, parecería que éramos los héroes de cualquier película de serie B de los setenta en la misión final de salvar a la humanidad de un virus 100% mortal con solo mirarlo (no es este el caso, claro), ya cumple hacer una reflexión sobre dónde estamos y hacia dónde vamos. Yo no me canso de repetir a los pacientes que nosotros, los muchas veces visto de reojo dentistas, por el resto del personal sanitario público, nunca hemos sido fuente de contagio y transmisión del virus por la sencilla razón que, a diferencia de médicos y gran parte del personal sanitario, siempre hemos extremado las medidas de limpieza, desinfección y esterilización en cualquier contacto con el paciente y en los procesos más simples y rutinarios. ¿Cuántos médicos o enfermeras usaban, por norma, guantes y mascarilla para explorar a cada paciente antes de este virus?

Es cierto que las autoridades sanitarias se vieron desbordadas por las peticiones de equipos básicos de protección individual y no pudieron, al menos en los primeros momentos, suministrar los necesarios. Pero también había un trasfondo de ausencia de estos hábitos de protección en el personal sanitario, contrastando esto con su consustancialidad en nosotros, los dentistas. Esto explica, al menos en España, los catastróficos datos de contagios y contagiadores sanitarios (más de 50.000) que al final nos han convertido, al menos hasta el momento, en los campeones del mundo de mortalidad porcentual. Los humildes dentistas privados (más del 99% de los que ejercemos la odontología en España) hemos donado e incluso fabricado (caso de varios laboratorios de ortodoncia y prótesis dental) EPIs a los hospitales.

"Creo que dos sectores van a salir mal parados de esta crisis: las clínicas montadas por empresarios y, los que se dedican a trabajar de manera itinerante por clínicas ajenas

Los pacientes que están acudiendo a las clínicas dentales perciben nuestra profesionalidad en aras de su protección y creo se quedan gratamente sorprendidos de la meticulosidad con que aplicamos todas y cada una de las medidas recomendadas. El seguimiento de las diferentes directrices de instituciones nacionales (Consejo General de Dentistas de España) e internacionales (FDI), así como de sociedades y facultades de odontología han puesto, una vez más, en evidencia nuestro buen hacer. La nacionalidad histórica de Galicia, donde yo ejerzo, ha manejado bien la pandemia y somos los primeros de España en retornar a una cierta normalidad. De no producirse rebrotes, una nueva pandemia o las diez plagas de Egipto, la vida se irá normalizando quedando instaurados de manera protocolar alguno de nuestros nuevos hábitos (besos y abrazos en privado y con gente de confianza o previa exhibición de “certificado”, distancia de seguridad y mascarilla), como ya ocurriera con el preservativo ante el SIDA y las ETS. En nuestras clínicas, pues más de lo mismo; reforzar nuestras medidas tradicionales, unas EPI con sentido común y algunos nuevos artilugios, aparatos y aditamentos que refuercen, aún más, todo lo anterior. Seamos conscientes de que otros comportamientos más relajados solo pueden venir de la efectividad de una vacuna o la desaparición del virus. Me resisto a creer que esta pandemia adquiera un carácter crónico y recurrente, lo que hundiría la profesión y la economía mundial. Hemos de perder el miedo y confiar en el futuro; nosotros, por ejemplo ya hemos decidido organizar el próximo mes de noviembre, en la incomparable ciudad de A Coruña, y con la inestimable colaboración de su ayuntamiento, el congreso, presencial y vía web, de la Sociedad Española de Medicina Dental del Sueño. Tras esta desescalada, hay que romper, con prudencia, las barreras psicológicas que aún nos mantienen amedrentados.

Es cierto que la salud es lo primero, como bien dejaba claro en su Teoría sobre la Motivación Humana Abraham Maslow, pero no debemos de olvidar que en nuestra sociedad, y más concretamente en nuestra profesión, la economía es piedra clave y angular de nuestro bienestar y el de los nuestros. Siendo una verdad de Perogrullo, no es lo mismo esta crisis entre los empleados del Estado, sea cual sea su nivel, con una nómina fija, que el de los sufridos profesionales por cuenta propia que han arriesgado su patrimonio en el montaje de una clínica dental. Esto sí me preocupa, y mucho. Creo que la aguda crisis surgida de la pandemia va a arrastrar a parte de nuestro sector al subempleo o la ruina y es evidente que va a existir una reorganización del sector en base a la vocación. ¿Se podía haber mitigado la crisis sin necesariamente incrementar el número de muertos? La respuesta contundente es sí. Digan lo que digan y quien lo diga. Buscar los culpables, además del virus, excede las pretensiones de este artículo. Poco se puede esperar de políticos cuya formación se ha limitado a eso, a ser políticos, y el primer objetivo de un político pragmático es ganar votos y estos fácilmente se consiguen, y más en países latinos como el nuestro, con una aquilatada dosis de demagogia y de prometer lo que nunca se va a cumplir.

La palabra vocación tiene su origen etimológico en el verbo latín vocare (llamar) y no solo hace referencia a la llamada interior que experimentamos para el desarrollo de una determinada actividad o profesión, sino de como esperamos devolver al mundo lo que el mundo nos ha dado, en una especie de agradecimiento a nuestros congéneres. Se trata de poner al servicio de los demás nuestros talentos y virtudes, compaginándolos, en nuestro caso, con un ejercicio profesional que combine el placer de nuestra actividad (clínica, docente) con la autorrealización personal (y aquí volvemos a mirar a la cúspide de la Pirámide de Maslow). El disfrute y la motivación en el trabajo son claros indicativos de esta llamada. Los dentistas nos vamos a pasar más de 70.000 horas en nuestro taburete dental y más vale que disfrutemos. En un momento tan aciago como el presente, este punto del placer vocacional va a marcar la diferencia entre tirios y troyanos, entre los que están en esto por vocación o solo por negocio, entre los que han arriesgado al abrir una clínica dental propia o solo son mercenarios sin patria que recorren, maletín y portátil en mano, un sinfín de clínicas ajenas sin más interés que el económico.

Los vocacionales, los dentistas de toda la vida, han vuelto a las trincheras y estoy seguro que van a dar lo mejor de sí mismos para fidelizar a sus pacientes y conseguir mantener una clientela (a mi me gusta este nombre clásico) y un prestigio bien ganado a lo largo de los años. Los vocacionales tenemos el sagrado deber de mostrar ahora más que nunca a las franquicias y macroclínicas, de profesionales cambiantes y “removibles”, como las prótesis, nuestro valor y enseñar a los jóvenes de Hugo Boss y BMW lo que de verdad “vale un peine” en castiza expresión madrileña. Ya superadas las primeras angustias de la pandemia, al menos aquí en Galicia, es hora de iniciar la segunda parte del partido. Es hora de establecer diferencias entre los que cobran por trabajar de los que trabajan para cobrar. Esta es la línea que divide la vocación por la profesión de la vocación por el dinero.

La filosofía del español, hoy más que nunca, se sitúa en las antípodas del calvinismo por la extraña pinza creada por el catolicismo y los movimientos de izquierda que reprueban al unisonó el lícito enriquecimiento y más con negocios, como el nuestro, relacionados con la asistencia sanitaria. Y en este sentido no quiero que se confunda una posible distinción maniquea entre sanidad pública y privada. El profesional ha de tener una clínica rentable, que dé sustento a su familia y la de sus compañeros y empleados, que le permita invertir en todas las facetas de su práctica (desde los cursos de formación continuada a la adquisición de equipos y tecnologías) para el bien de sus pacientes. Creo que dos sectores de nuestra profesión van a salir muy mal parados de esta crisis, las clínicas montadas por empresarios o fondos de inversión que no buscan otra cosa que la rentabilidad a través de la odontología y, los que pudiendo, por comodidad, han renunciado al riesgo de la inversión para trabajar de manera itinerante por clínicas ajenas. El paciente postpandemia va a buscar la seguridad de un nombre, de un prestigio, de una clínica dirigida por un dentista de cabecera, que, a pesar de la baja rentabilidad del presente, siga, por su vocación, atendiendo y preocupándose con el máximo cariño por cada uno de sus pacientes. Decía Tagore que el mundo es de Dios y se lo alquila a los valientes. Esta es la hora, la hora de los valientes vocacionales.

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El Profesor y Doctor David Suárez Quintanilla es catedrático de Ortodoncia de la Universidad de Santiago de Compostela, España. Visite su página web en dsqtraining.com.

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