El especialista en ética odontológica, Benjamín Herazo Acuña, explica el difícil equilibrio entre la duración del confinamiento y el control de la pandemia y ofrece una serie de medidas a seguir para la era postpandemia.
LA ODONTOLOGIA EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS
La Salud Pública estudia el concepto de salud-enfermedad no sólo desde el aspecto biológico, clínico, patológico y epidemiológico, sino integralmente, teniendo en cuenta los factores económicos, políticos y sociales que causan las enfermedades, epidemias y pandemias, y los procesos que ellas generan.
El confinamiento adecuado de la población genera grandes beneficios porque evita la expansión acelerada de la enfermedad, permite controlarla, disminuye la letalidad o mortalidad, y, finalmente logra su erradicación y el retorno de la salud. En un confinamiento adecuado por un tiempo aceptable, los daños económicos y sociales son manejables a corto o mediano plazo y la población se recupera con la plena satisfacción de que hubo un punto de equilibrio entre el sacrificio realizado y el bien biológico obtenido, que es la recuperación de la salud. En este aspecto, los gobiernos que lo han hecho procedieron oportuna y rápidamente, y esa magnífica gestión permite suspender la confinación, sin temor a reproducir la pandemia.
“El gran reto es encontrar el punto de equilibrio entre la suspensión de confinamientos y el control de la pandemia”.
En un confinamiento muy largo, los daños económicos y sociales pueden ser extremos, irrecuperables a corto y mediano plazo, y posiblemente recuperables a largo plazo, pero a un costo de calidad de vida y del estar físico y mental muy alto, que deja lesiones y secuelas duraderas. Al final, la población siente que fue un gran sacrificio, doloroso, que dejó miles de muertos, ruina económica, destrozos sociales, violencia y rompimientos familiares, delincuencia generalizada, criminalidad, deterioro cultural y, a veces, resentimientos y odios permanentes. Los efectos de las grandes guerras, por los confinamientos que causaron en muchas poblaciones, desde a.C. hasta ahora, continúan generando reclamos y disputas, que a veces terminan en guerras locales.
Los daños en la salud general que producen los exagerados confinamientos pueden ser mayores que los que pudo haber producido la enfermedad pandémica que se controló. La sola pobreza que se produce después de esos confinamientos es la mayor causa de enfermedad, por pérdida de negocios, inversiones, empleos y trabajos, por los nulos o muy bajos ingresos económicos en los individuos y sus familias, que impiden satisfacer las necesidades diarias, que son causa de muchas enfermedades, que comprenden todo el catálogo de patologías, pero entre las cuales se pueden recordar la desnutrición, inmunopatías, neuropatías, psicopatías (depresiones, estrés, alteraciones psiquiátricas, violencia familiar y otras), tuberculosis, cánceres de todo tipo, gastropatías y todas las demás. La desnutrición es incubadora de muchas enfermedades infectocontagiosas. También se disminuye la educación, cultura, las comunicaciones y transportes oportunos y rápidos, la recreación y el deporte, las diversiones y todos los aspectos de la vida cotidiana de las personas. La suma de todas esas negativas condiciones socioeconómicas y políticas genera enfermedad general, todo tipo de enfermedades. Los confinamientos excesivamente largos no deben ordenarse drásticamente, pensando únicamente en las medidas biológicas que impidan la expansión de la enfermedad, sin tener en cuenta que después de su finalización la pobreza en que quedan sumidos el país y la población producirá enfermedades que dejarán un número de muertos bastante alto, y en las cuales los sobrevivientes tendrán que invertir altos porcentajes de sus ingresos durante el resto de sus vidas para tratar las patologías crónicas o incapacitantes que les quedaron.
Entonces, el gran reto es que los gobernantes, dirigentes, economistas, políticos y científicos del sector salud, encuentren el punto de equilibrio entre la suspensión de confinamientos no muy largos y el control de la pandemia. Ello es posible si se aplican en la población medidas de prevención, oficiales, institucionales, grupales, comunitarias, familiares e individuales, bastante fuertes y drásticas, no políticas ni militaristas ni autoritarias, las que la comunidad y las personas sean quienes las controlen y ejecuten, bajo la vigilancia, supervisión y control del Estado. Principalmente, le corresponde al Presidente o Primer Ministro emitir un decreto de emergencia sanitaria en el cual se estipulen todas las medidas de protecciones individuales y colectivas, institucionales, ambientales y demás, para lo cual es conveniente que, como se ha hecho hasta ahora, se convoque con urgencia a las Asociaciones, Sociedades, Academias y Federaciones, científicas, de todas las áreas del conocimiento y de las profesiones, para que no se quede fuera ningún quehacer de la vida cotidiana. Si la población no se protege a sí misma, después ella no tiene nada que reclamar.
El Estado debe comenzar, paralela y aceleradamente, a aumentar los diagnósticos rápidos, las camas hospitalarias, tener suficientes respiradores, suficientes Unidades de Cuidados intensivos para atender a todos los pacientes que presenten sintomatología severa o grave por infección diagnosticada de COVID-19. Al mismo tiempo, el Estado debe obligar a los Sistemas de Salud, Aseguradoras, Entidades Promotoras, de los regímenes, contributivo y subsidiado, que sigan atendiendo y prestando los servicios de salud tradicionales, generales y especializados, a todos sus afiliados y beneficiarios, y, lógicamente, ayudando al máximo en la prevención, control y tratamiento del COVID-19.
A continuación, un listado de medidas de protección general que pueden incluirse en el decreto de emergencia.
Medidas de protección posteriores al confinamiento
Por un período de seis meses, deben cumplirse las siguientes normas de convivencia en todo el territorio.
Todas las personas que habitan en el país pueden transitar por los lugares y espacios públicos. Las personas y las familias deben auto regularse para salir a los espacios públicos: deben hacerlo diariamente los empleados y trabajadores, los estudiantes de primaria, bachillerato, de programas técnicos y tecnológicos, profesionales, posgrados, doctorales y los que asisten a capacitaciones, seminarios y cursos de educación continuada. Los niños menores de 2 años y los adultos mayores de setenta años preferiblemente deben permanecer en sus viviendas y salir acompañados solamente para recibir servicios de salud, gestiones bancarias, notariales y judiciales, en los que es indispensables la presentación personal, o porque estén solas.
Todas las personas, desde los 5 años en adelante, deben andar con tapabocas en todos los lugares públicos.
En todos los lugares públicos y privados donde circulen personas o haya reuniones, colas o filas, zonas de espera, centros religiosos, salones de clases, se deben guardar distancias de 1.30 a 2 metros En las salas de espera de todo tipo, las personas deben sentarse dejando una o dos sillas vacías de por medio.
En todos los espacios por donde circulen las personas o en donde permanezcan en actividades de todo tipo, como atención de salud, comercio, bancarias, de recreación y diversión, comerciales, servicios públicos, deben existir lavamanos con jabones o geles antisépticos.
Las asociaciones, sociedades y academias científicas del sector salud deben establecer protocolos de atención que protejan del contagio por COVID-19 a los profesionales, técnicos, auxiliares, ayudantes y pacientes.
Todas las personas deben suspender los saludos de mano, abrazos y besos con las otras personas que no vivan con ellas o no sean de su círculo familiar íntimo.
Toda persona que presente síntomas o sospeche que está contagiada por el COVID-19 debe presentarse a las instituciones o centros de salud autorizados para que le realicen las pruebas diagnósticas. Los médicos que los atiendan determinarán si por su condición deben aislarse en su vivienda u hospitalizarse.
Además de las acciones diarias de higiene, deben desinfectarse dos o tres veces por semana con geles o sustancias antisépticas que no produzcan secuelas o daños orgánicos y que estén autorizadas por las entidades de salud. Se recomienda que al regresar a su vivienda las personas desinfecten las suelas de sus zapatos en bandejas con sustancias antisépticas, se los quiten y utilicen unos exclusivos para estar en casa; después deben limpiar los zapatos que usó y lavarse las manos.
Diariamente deben desinfectarse con sustancias o geles antisépticos las fachadas, zonas comunales y puertas con sus manijas de entrada a toda clase de casas, edificios y conjuntos residenciales.
Las alcaldías deben ordenar y contratar a las empresas municipales de aseo para la recolección de basuras, la desinfección por aspersión con sustancias antisépticas que no afecten la salud de los habitantes, dos o tres veces por semana, de las calles y espacios públicos de las ciudades, municipios y corregimientos.
Todos los vehículos de transporte público deben desinfectarse con sustancias o geles antisépticos por las noches, o en el día, después de terminar sus recorridos diarios. Los automóviles o coches o carros particulares deben desinfectarse con sustancias o geles antisépticos cada día de por medio.
Las personas e instituciones pueden adicionar todas las medidas de protección y prevención contra el COVID-19, con sustancias o elementos que sean compatibles con la vida, salud y un ambiente sano, sin contaminar ni producir lesiones o secuelas en sus organismos, cuerpo y mente, y que estén aprobados por las entidades oficiales o que sean autorizados por sus médicos o de uso generalizado y aceptado por el Estado y las entidades pertinentes.
El doctor Benjamín Herazo Acuña es autor, coautor, editor o colaborador de 47 libros, entre ellos nueve de Ética y Bioética. Su publicación más reciente es “Recuerdos de Salud Pública”.
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