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Napoleón a lomos de Marengo: Historia de un cuadro

La versión que se expone en el Palacio de Versalles del cuadro “Napoleón cruzando los Alpes”, una las cinco que pintó Jacques-Louis David entre 1801 y 1805.

vie. 28 mayo 2021

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El Dr. F. Manuel Nieto Bayón, Médico-Estomatólogo y Socio Numerario de la Asociación Española de Médicos, Escritores y Artistas, describe cómo se pintó el cuadro "Napoleón cruzando los Alpes”, realizado por Jacques-Louis David, una obra de arte que simboliza, en gran medida, la gloria del imperio francés construido por Napoleón Bonaparte.

La motivación y el atrevimiento me supuso el reto de realizar la copia del imponente y extraordinario cuadro “Napoleón cruzando los Alpes”, de Jacques-Louis David. El interés particular por el mismo no fue únicamente por su espectacular colorido, ni la significación y relieve político a nivel mundial que tuvo su principal personaje Napoleón Bonaparte, sino su belleza, la grandiosidad plástica, enjundia y excelencia del lienzo, que retratando a su poderoso ejército de soldados avanzando ante las inclemencias del ambiente paisajístico hostil y crudo de los Alpes, además de algunos símbolos como la bandera tricolor, encumbra de manera prodigiosa al mando y en primer plano a un majestuoso Napoleón, enérgico, pletórico y poderoso, a lomos de su favorito y encabritado corcel predilecto, Marengo, componiendo así una grácil figura, a semejanza de un centauro en movimiento.

El comienzo y diseño de la realización del cuadro original por David fue basado en formas geométricas simples, que han sido escrupulosamente respetadas por mi, al intentar la reproducción de esta copia. Así, el personaje principal se inscribe en una circunferencia delimitada por la cola del caballo y el borde superior de la capa, siendo el pomo de la espada el centro de este círculo; a la vez que Napoleón con su caballo conforman una Z, dando de esta manera dinamismo a la escena. Las diagonales que trazan las montañas y las nubes oponiéndose entre sí refuerzan la impresión de actividad en la imagen.

Figura 1. Copia del cuadro de Jacques-Louis David realizada por el autor de este escrito. Óleo sobre lienzo de 60x80 cm.

Napoleón I Bonaparte

Nació en Ajaccio, Córcega, Francia, 15 de agosto de 1769, muriendo en Longwood, Isla Santa Elena, 5 de mayo de 1821; fue un militar, general republicano durante la Revolución y el Directorio, artífice del golpe de Estado del 18 de brumario que lo convirtió en primer Cónsul de la República.

Figura 2. Retrato de Napoleón Bonaparte, uno de los grandes genios militares de la historia.

Napoleón es considerado uno de los mayores genios militares de la historia, ya que comandó campañas bélicas muy exitosas, aunque con ciertas derrotas igual de estrepitosas. Sus agresivas guerras de conquista se convirtieron en las mayores operaciones militares conocidas hasta ese momento en Europa, en las que involucró a un número de soldados jamás visto en los ejércitos de la época. Además de estas proezas bélicas, se le conoce por el Código Napoleónico. Es considerado por algunos un "déspota ilustrado" debido a su extraordinario talento y capacidad de trabajo. Otros, sin embargo, lo estiman un dictador tiránico cuyas guerras causaron la muerte de millones de personas. Se le juzga como el personaje clave que marcó el inicio del siglo XIX y la posterior evolución de la Europa contemporánea.

Sus soldados le llamaban el Pequeño Cabo (le Petit Caporal), en tanto que los británicos se referían a él con el despectivo “Boney” [literalmente “huesudo”, apodo basado en su apellido que alude al aspecto físico de Napoleón, con cuya figura los ingleses de la época asustaban a los niños.], y las monarquías europeas como el tirano Bonaparte, el Ogro de Ajaccio o el Usurpador Universal.

Tras tomar el poder mediante un golpe de estado; emulando la gesta del cartaginés Aníbal al pasar la cordillera de los Alpes con sus elefantes y lanzarse a la conquista de Roma; Bonaparte había llevado a su ejército de 50.000 hombres por la ruta más directa, pero también la más difícil, a través del paso del Gran San Bernardo (Suiza). El paisaje grandioso era el marco ideal para lo que el boletín lo presentara como una gesta heroica, "El Primer Cónsul ha descendido de lo alto del San Bernardo arrastrándose sobre la nieve, atravesando precipicios y deslizándose sobre los torrentes". Las tropas de Bonaparte llegaron sorpresivamente a través de los Alpes a Génova cuando ésta ya había caído; pero él siguió adelante, confiando en alcanzar a los austriacos antes de que pudieran reagruparse. El Ejército de Reserva libró una batalla en Montebello el 9 de junio de 1800, antes de asegurarse una victoria decisiva el día 14, en la batalla de Marengo, de donde extrajo el nombre para su caballo de batalla.

Figura 3. La Batalla de Marengo en la que Napoleón expulsó a las tropas austríacas de Italia.

Cuando Napoleón llegó al poder en 1799, España y Francia llevaban tres años sin problemas. Pero el flamante Primer Cónsul tras la victoria en Italia era un aliado peligroso, así que la táctica del rey español Carlos IV, consciente de su propia debilidad, fue agasajar al poderoso general.

Durante el tradicional intercambio de regalos (armas, vestidos y trajes parisinos para el rey, joyas para la reina, caballos andaluces), el monarca español expresó su deseo de encargar a Jacques-Louis David, el pintor favorito de la República Francesa, un gran retrato de Napoleón con uniforme de Primer Cónsul para decorar el Palacio Real de Madrid. Napoleón no puso pegas al homenaje. Es más, sin el menor atisbo de falsa modestia, encargó a David tres copias adicionales para su propio uso y disfrute. La primera de estas copias estaba destinada al palacio de Saint-Cloud, la segunda, a la biblioteca de los Inválidos, y la tercera, a su palacio en Milán, capital de la República Cisalpina, estado satélite de Francia recién creado por él mismo.

Figura 4. Autorretrato del pintor Jacques-Louis David, autor del cuadro “Napoleón cruzando los Alpes”.

Ya puestos, David decidió quedarse una quinta versión, como buen bonapartista que era. El original permaneció en Madrid hasta 1812, cuando lo expolió José Bonaparte después de abdicar como Rey de España.

El tema escogido estaba basado en un episodio real. Napoleón cruzó los Alpes por el puerto de montaña del Gran San Bernardo, a casi dos mil quinientos metros de altitud, para liberar Génova del asedio austríaco. El cuadro pretendía transmitir el mensaje de que Napoleón era un líder insuperable. Así, en primer plano del mismo, sobre las rocas, está grabado, cómo no, en lugar preferencial BONAPARTE y a continuación ANNIBAL y KAROLVS MAGNVS IMP (imperial).

Descripción del cuadro

En la versión final, Napoleón se nos presenta a horcajadas de un semental árabe. Ante él, a su izquierda, vemos unas montañas, mientras que en el fondo, oscurecidas en gran parte por las rocas, las tropas francesas arrastran un gran cañón y, más allá de la línea, hondea al viento la bandera tricolor nacional de Francia, sobre un cielo plomizo que realza la figura del protagonista.

Esta pintura no tardó en convertirse en el retrato más célebre del dictador, una perfecta arma propagandística, reproducida hasta el infinito en carteles y sellos. Todo es épico en el cuadro, desde su tamaño de 2,6 x 2,21 m., el caballo encabritado, el rostro decidido de Bonaparte, el índice con el que señala un victorioso porvenir, el viento que agita su capa y como dijimos, dos nombres acompañan al del héroe grabados sobre las rocas, el de Aníbal, cuya gesta emulaba Napoleón al cruzar los Alpes, y el de Carlomagno, capaz como él de resucitar el Imperio romano. Sobre el peto del caballo, se encuentra la firma del autor.

El mensaje no puede ser más claro, el hombre que nos mira a los ojos es un líder nato, un genio de ambición ilimitada.

Ateniéndonos a la realidad, el verdadero viaje transalpino fue mucho menos emocionanteNapoleón cruzó las montañas a lomos de una mula, ataviado con ropa corriente de campaña y acompañado de un guía local; hacía buen tiempo, y su ejército, lejos de seguirle, había pasado por allí un par de semanas antes.

Figura 5. “Napoleón cruzando los Alpes”, en la versión de Paul Delaroche, cuya descripción realista no fue aceptada por desmitificar al general francés.

De esta guisa lo pintaría medio siglo después Paul Delaroche, un pionero del realismo. Pero el cuadro de Delaroche sería unánimemente ridiculizado, y no por falta de calidad, sino porque nadie le perdonó la insolencia de humanizar al mito.

 

Dificultades en la elaboración del cuadro

Bonaparte se negó en todo momento a posar para David. En su opinión, el artista no necesitaba capturar su rostro, sino su carácter. En toda su carrera como retratista oficial, David únicamente logró que posara para él durante tres horas en 1798. Napoleón, sin embargo, ayudó algo en el proceso de elaboración del cuadro. Él fue quien aportó la idea de que el retrato fuera ecuestre: "Calme sur un cheval fougueux", fueron las instrucciones escuetas que le ofreció al artista.

Y Jacques-Louis David obedeció. Después de todo, qué mejor manera de demostrar la capacidad de Napoleón para exhibir su poder que esa noble y batalladora compostura.

Para reproducir la postura del jinete, David hizo posar a su propio hijo encaramado a una escalera. Sí logró que le trajeran el uniforme de general y dos de las monturas de Napoleón, una yegua parda llamada La Belle, y Marengo, un corcel gris de raza árabe que aparece, más o menos retocado, en cuatro de las cinco versiones del cuadro.

A pesar de estas dificultades, David necesitó apenas cuatro meses para completar la obra. El resto de las copias fueron realizadas a lo largo de los años siguientes.

Si Carlos IV esperaba ganarse la lealtad del futuro emperador con este adulador regalo, su plan fracasó. La derrota de la flota franco-española en Trafalgar dejó desprotegidas las colonias americanas. Los corsarios británicos bloquearon el comercio transatlántico y la Corona española entró en bancarrota.

Napoleón como jinete

Se dice que Napoleón era un pésimo jinete. Su complexión, piernas cortas y torso prominente no le favorecían en la equitación. Sus caídas fueron frecuentes y muchas están documentadas.

Constant, su ayudante de cámara, dice en sus memorias que los caballos del emperador eran pequeños y mansos, y que antes de ser montados por él pasaban previamente por las sabias manos de su hábil maestro de caballería, que utilizaba una técnica muy sofisticada para domarlos a su gusto y para que los animales estuvieran preparados a fin de soportar sin problemas todas las vicisitudes y circunstancias habituales en un campo de batalla.

Para conseguirlo, el entrenamiento recreaba todos los escenarios de guerra posibles y para ello se disparaban cañones cerca de sus cabezas, se desenvainaban espadas y bayonetas, se tocaban tambores, trompetas y se agitaban grandes banderas ante los ojos de los caballos, consiguiendo que no se asustaran por nada. Terminando su preparación como guerreros, se hacía que perros y otros animales como cerdos u ovejas se movieran entre sus patas, logrando que el equilibrio del jinete no se viera comprometido en ningún momento.

A pesar de haber sido sometido a un entrenamiento de auténtico “marine”, una de sus caídas tuvo un significado muy intrigante; se cuenta que durante la trágica retirada del frente ruso, Marengo acabó derribando a Napoleón cuando una liebre se levantó bajo sus patas, lo que fue entendido como un signo más de la derrota francesa, aunque también es cierto que a lo largo de su vida el emperador sufrió más de una caída.

Los caballos de Napoleón

La cuadra que Napoleón Bonaparte tenía para su uso personal llegó a albergar más de 130 caballos, pero entre todos ellos el preferido del emperador siempre fue Marengo, un caballo tordo de raza árabe llegado con siete años desde Egipto en 1800 y que recibió su nombre de la famosa batalla que los ejércitos franceses ganaron en Italia el 14 de julio de ese año. Parece probado que en el pelaje de Marengo mandaban las tonalidades grises, aunque a los pintores que retrataron a Napoleón les gustó más el blanco con el fin de resaltar la figura del emperador.

La imagen de Napoleón montando un caballo blanco es un poco incierta, ya que la mayoría de sus equinos eran grises, bayos o alazanes. Sus caballos preferidos eran árabes importados desde Egipto; los bávaros, animales colosales, lo hacían ver demasiado pequeño, al igual que los rusos.

Napoleón gustaba de dar nombres clásicos o mitológicos a sus caballos, como Cyrus, Taurus, Tamerlán, Nerón y Cerberé. También les otorgaba nombres de lugares geográficos o victorias importantes, tanto que Cyrus fue rebautizado como Austerlitz, también tuvo a Marengo, un Friedland, un Wagram, un Montevideo y un Córdoba. Otros recibieron nombres más creativos, como Roitelet, Intendant y Coquet.

Marengo y Waterloo

A pesar de tener una altura relativamente corta 1,45 m., Marengo destacaba por poseer una constitución muy fuerte y robusta, que le llevó a ser también la montura de Napoleón en las batallas de Austerlitz (1805), Jena-Auerstedt (1806), Wagram (1809) y Waterloo (1815), donde fue herido ocho veces en combate. Bonaparte era una persona de baja estatura y por ello se dice que para facilitarle la monta, todos sus caballos eran de también de baja alzada.

A lo largo de la historia. el valor y la resistencia de Marengo se convirtieron en virtudes legendarias, tanto es así, que cuentan las crónicas cómo cabalgando al galope llevó a su jinete de Valladolid a Burgos en tan sólo cinco horas; hay quién afirma que fueron 3,5 horas, cubriendo en ese tiempo una distancia de aproximadamente 130 kilómetros. Una capacidad física que debió ser en parte cierta, porque en el año 1812, Marengo fue de los pocos caballos que sobrevivió a la retirada del ejército francés de Rusia.

Cuando tras la derrota de Waterloo en junio de 1815, Napoleón Bonaparte regresó a París lo hizo sin Marengo, su famoso semental blanco conocido en toda Europa por su coraje y resistencia. Herido y vagabundeando por el campo de batalla, Marengo fue hecho prisionero por el teniente británico Guillermo Henry Francis Petre. A simple vista, el oficial inglés reconoció los motivos imperiales que adornaban sus herrajes y que le identificaban como el caballo de Napoleón.

Curado de sus heridas, Marengo fue conducido a Gran Bretaña y vendido al teniente coronel de los Guardias Granaderos, William Angerstein, que fue su propietario hasta la muerte del animal en 1831, a la edad de treinta y ocho años.

Figura 6. Esqueleto de Marengo, el caballo favorito de Napoleón, en el Museo Británico del Ejército de Sandhurst.

Actualmente, el esqueleto de Marengo, restaurado y recolocado con ocasión de la celebración del segundo centenario de la batalla de Waterloo, se exhibe y es una de las atracciones del Museo Británico del Ejército de Sandhurst, mientras que sus dos cascos delanteros fueron transformados en cajitas de plata para guardar rapé.

Figura 7. Cascos delanteros de Marengo, utilizados con caja de rapé.

Una de estas cajas fue entregada a los Guardias Granaderos y se encuentra expuesta en el Palacio de St. James, mientras que la que quedó en manos de la familia Angerstein permaneció extraviada durante al menos cien años, hasta que finalmente fue redescubierta por un descendiente de Angerstein de forma casual, en la finca familiar de Somerset y llevada al Museo de la Caballería Real en Londres, donde se exhibe actualmente, explica Christopher Joll, escritor especializado en temas militares.

Para terminar la historia de Marengo, hay que recordar que en la batalla de Waterloo hubo otro protagonista de cuatro patas, Copenhague, el caballo del Duque de Wellington. Las malas lenguas aseguran que a Copenhague le gustaban demasiado los bollos de azúcar y que por ello su vida no fue tan longeva como la de Marengo, aunque a pesar de su “dulce vicio” llegó hasta los veintiocho años.

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Este artículo fue publicado originalmente en “Odontólogos de Hoy”, la revista más leída por los odontólogos españoles, y se reproduce con permiso de dicha publicación.

NOTA: No se pierda el 2 de junio el artículo "Los dientes de Waterloo", que cuenta lo que sucedió con las dentaduras de los casi 50.000 muertos de la última batalla de Napoleón Bonaparte.

 

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