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La más enigmática de las sonrisas (1)

El retrato de Lisa Gerardini, esposa del mercader de sedas Francesco del Giocondo, mira directamente al espectador en este cuadro conocido como La Gioconda (por el apellido del marido) o también como la Mona Lisa (que significa Doña Lisa). Su enigmática expresión se debe a que la mirada, el cuerpo y las manos están dirigidas a ángulos sutilmente diferentes, al igual que al efecto realista que crea la técnica del sfumato o difuminado utilizada por Leonardo da Vinci.

vie. 6 diciembre 2019

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El Profesor David Suárez Quintanilla se adentra en el terreno del arte, y analiza en este artículo las razones de la fascinación universal que desde hace siglos despierta la enigmática sonrisa de la Mona Lisa, el famoso retrato pintado por Leonardo da Vinci. Este es el primero de dos artículos.

  GRANDES EXPERTOS  

Hipótesis sobre la cambiante expresión de la Mona Lisa

"Giorgio Vasari, aclaraba ya en el siglo XVI que la mujer del cuadro era Lisa Gherardini, la esposa del adinerado comerciante florentino Francesco del Giocondo

La sonrisa es centro y razón de ser de la odontología y, paradójicamente, una de las sonrisas más famosas de la historia del arte, no enseña los dientes. Pocas pinturas son comparables en popularidad transcultural a la Mona Lisa o Gioconda de Leonardo da Vinci, incluso podría afirmarse que no hay ningún cuadro ni sonrisa de la que se haya hablado y especulado tanto. Leonardo, su poliédrica vida, genio, imaginación, inventos, excentricidades y su inabarcable conocimiento, han elevado al autor y su obra al olimpo de mito universal más allá de diferencias étnicas o culturales.

Baste visitar en el Louvre la sala donde se exhibe, tras un cristal de seguridad, la Mona Lisa o Gioconda para darse cuenta de que es el cuadro, merecidamente o no, más famoso e icónico del mundo. Miles de personas de todos los países se arremolinan a diario delante de la obra dificultando su sosegada contemplación; para poder verla uno ha de superar un mar de móviles desesperados por compartir un selfi con la Gioconda de fondo. Los detractores de la obra achacan a la moda parisina del siglo XIX, su rocambolesco robo y su constante presencia en la literatura fantástica y los medios de comunicación, la fama de la obra; otros, en cambio, reconocen su calidad pictórica, técnica y psicológica, y ven en la obra un símbolo de toda una época, el Renacimiento, que ha marcado para siempre nuestra cultura occidental.

El cuadro de Mona Lisa o Gioconda, a diferencia de otros retratos similares de Leonardo (pensemos en la dama del Armiño, Ginebra de Benci, La Belle Ferroniere, La virgen de la Rueca, La virgen de las Rocas, el San Juan) se ha visto envuelto en un halo de misterio alrededor de su expresión facial y, en concreto, de su velada sonrisa. Resulta difícil sustraerse al encanto de la obra, uno de los mejores retratos del maestro, pero uno no deja de sorprenderse de la ingente literatura, desde los más distintos campos del saber (medicina, psiquiatría, odontología, psicología, sociología, matemáticas) que han tratado de abordar el simbolismo y significado de tal enigmática sonrisa. Las opiniones han sido de lo más diversas, extrañas y variopintas, la mayoría sin ningún respaldo científico, e incluso contrarias al sentido común.

"La escolástica de Santo Tomás de Aquino consideraba a la boca como una fuente de pecado, y la risa algo banal cuando no demoníaco

Giorgio Vasari, autor del libro Vida de artistas, aclaraba ya en el siglo XVI que la mujer del cuadro era Lisa Gherardini, la esposa del adinerado comerciante florentino Francesco del Giocondo, que había encargado el cuadro al genio italiano. De ahí los títulos del cuadro La Mona Lisa o La Gioconda. Su título oficial es retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo. Muchas de las hipótesis sobre la Gioconda resultan anacrónicas y descabelladas y, según estas, la desdichada modelo sería la mujer más enferma del mundo al concurrir en ella signos y síntomas patológicos de casi todos los órganos y sistemas. Incluso hay autores que afirman que se trata del autorretrato feminizado del propio Leonardo.

La obra, iniciada en 1503, acumula más de cinco siglos de enigmas y millones de visitantes cada año. Para el investigador egipcio Donald Sassoon, autor del libro Mona Lisa. Historia de la pintura más famosa del mundo y profesor de historia europea comparada en la universidad londinense Queen Mary, "todas las teorías médicas son un absurdo; son basura sin ninguna evidencia que las sustenten. Si fuera tan fácil diagnosticar algo, enviaríamos una foto nuestra al médico en vez de ir a la consulta”.

"He combinado tres elementos para desarrollar una hipótesis de la enigmática sonrisa de la Gioconda: dos ligados a la genialidad de Leonardo y el tercero a las últimas investigaciones neurofisiológicas sobre el cerebro

Revisar la supuesta patología médica de la Gioconda, basada en un simple retrato, con sus lógicas concesiones a la subjetividad del arte frente a la objetividad de la anamnesis médica, produce sonrojo ajeno, al comprobar la teórica categoría científica, o al menos clínica, de los firmantes. La lista es interminable y, así, parecería que la Gioconda, a pesar de su juventud, es un tratado de patología médica general andante, al padecer: asma (P Pastore), sordera (P Freeman), edentulismo (J Borkowski), parálisis de Bell (KK Adour), hipertrofia de maséteros (M Lucas), bruxismo por estrés (P Gargantilla), tic distónico perioral (L Lay-son), tricotilomanía, embarazo (KD Keele), embriaguez (Royo Villanova), Iridociclitis heterocromática (R Cabezas), lipofroma (S Tamames), alopecia (D Sala), androginia (varios), sífilis (así lo afirmaba Jonathan Jones en “The Guardian” en 2017, basándose en documentos donde la modelo del famoso cuadro, habría tomado Agua de Caracol, conocido remedio medieval para esta enfermedad venérea), hipercolesteronemia (Dr Vito Franco de Palermo), bocio (Mandeep R. Mehra, director médico del Centro Cardíaco y Vascular Brigham en Boston) y mil problemas más (ver el libro de Chistian Gálvez, Gioconda Decodificada: 500 años de una sonrisa).

Leonardo da Vinci reflejó en sus dibujos anatómicos un profundo conocimiento de los músculos faciales que controlan el movimiento de los labios y la sonrisa.

Es cierto que el arte, especialmente el medieval, tenía un objetivo didascálico y estaba repleto de dobles significados, simbolismos y claves secretas derivadas de la tradición mistérica de los pitagóricos, los órficos y los enigmas sacros. Tanto la pintura como la imaginería religiosa gótica y flamenca buscaba la representación espiritual subjetiva más que el parecido objetivo (siglos después afirmaría Albert Camus que el arte es una rebelión contra aquello que de fugaz e incompleto tiene el mundo). La escolástica de Santo Tomás de Aquino consideraba a la boca como una fuente de pecado, y la risa algo banal cuando no demoníaco, y así los artistas minimizaban los labios cuando se trataba de representar a la virgen, las santas mujeres, los mártires o los ángeles, lo que condicionaba, por ejemplo, un aspecto avejentado de la virgen, contrastando con la juventud que relata el Nuevo Testamento. De hecho, unos de los cambios más llamativos del Renacimiento inicial (vírgenes de Giotto o Fray Angélico) con etapas posteriores (Filippo Lippi, Boticelli) es el ángulo nasolabial y el perfil del tercio facial inferior de la virgen. El Renacimiento florentino pone al hombre y su estética corporal como centro del mundo, superando el rechazo medieval hacia la belleza del cuerpo y sus atributos. El cuerpo desnudo se exhibe sin pudor con la excusa de reflejar la mitología pagana o escenas bíblicas. La belleza real, terrenal, sustituye a la etérea e intangible belleza ideal o bonum de la escolástica. Así, Filippo Lippi se atreve a representar una nueva, joven y hermosa virgen María tomando como modelo a su amante la monja Lucrecia Buti. De Lippi, decía el historiador Vasari, que era tan enamoradizo que siempre que veía una mujer que le gustaba se mostraba dispuesto a concederle todo su dinero a cambio de poseerla. Resulta curioso cómo en la Italia cuatrocentista había esa íntima conexión, algunas veces solo platónicamente espiritual, entre la musa (generalmente una de las mujeres más bellas de la ciudad) y el artista; baste recordar el caso de Botticelli con Simonetta Vespucci, la bella Simonetta o el de Raffaelo y Margarita Luti.

He combinado tres elementos para desarrollar una hipótesis de la enigmática sonrisa de la Gioconda: dos ligados a la genialidad poliédrica de Leonardo y el tercero resultante de las últimas investigaciones neurofisiológicas sobre el cerebro. Leonardo era un perspicaz investigador anatómico, cuyo estudio de la anatomía ósea y muscular ayudó a perfeccionar el realismo de sus pinturas de caballos y del cuerpo humano. Entre sus dibujos anatómicos expuestos en el castillo de Windsor, podemos observar el efecto deformante facial del envejecimiento, las maloclusiones extremas de Clase III o la pérdida de dientes, así como la minuciosidad de la representación de los músculos de la cara, en especial de los orbiculares de los ojos y de los labios y de aquellos que manejan las expresiones faciales y la sonrisa (músculo elevador del ángulo de la boca, elevador del labio superior, músculo risorio de Santorini, ambos cigomáticos, bucinador, depresor del labio inferior). Sin duda, para sus numerosos y precisos dibujos de caballos, que tanto adoraba, Leonardo se sirvió del estudio anatómico de los músculos orbiculares, estableciendo, su correspondiente paralelismo con el cuerpo humano. La combinación de la genialidad del artista con sus conocimientos anatómicos tuvo su broche de oro en la nueva técnica del sfumato, que ayudó a representar en el exterior, en la piel, la topografía de los músculos en su más mínima contracción. Esta concatenación de elementos es crucial para el desarrollo de mi hipótesis.

NOTA: No se pierda la semana que viene la conclusión de este artículo, que desvela los factores de la enigmática sonrisa de La Gioconda y que se publicará online el viernes 13 de diciembre. Consulte también la edición digital de la edición de Dental Tribune de Diciembre de 2019.

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El Profesor David Suárez Quintanilla es catedrático de Ortodoncia de la Universidad de Santiago de Compostela (España), expresidente de la European Orthodontic Society y vicepresidente del área de Ortodoncia de la International Association for Dental Research. En sus treinta años dedicados a la Ortodoncia, ha creado procedimientos como la Técnica SWLF (Straight Wire Low Friction), desarrollada con la compañía RMO de Denver, que es actualmente utilizada por ortodoncistas de más de treinta países. Además es autor del libros como "Ortodoncia. Eficiencia Clínica y Evidencia Científica”. Visite su página web en: dsqtraining.com

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