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Pautas para la comunicación con los pacientes infantiles

María José Muñoz L.*

María José Muñoz L.*

mar. 18 marzo 2014

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Los dentistas generales nos vemos muchas veces ante la situación de tener que atender niños, una experiencia que a veces resulta un tanto incómoda. Este artículo ofrece una serie de pautas para antes y durante la visita, que hacen que sea una grata experiencia.

Los dentistas generales atendemos niños, que son pacientes especiales por diversas circunstancias. Esto, muchas veces, nos genera ansiedad que, en mayor o menor grado, depende de la afinidad que tengamos con ellos y el grado de desarrollo de nuestras habilidades comunicacionales. Los niños son pacientes especiales porque no sólo tenemos que estar pendientes de ellos, sino también de sus padres que, en muchos casos, han tenido malas experiencias odontológicas. A estas circunstancias, tenemos que sumar la carencia de un protocolo claro de organización dentro de la clínica que nos ayude a desarrollar tratamientos infantiles de manera efectiva y eficaz.

Desde el momento en que un niño entra a nuestra clínica debemos procurar establecer un ambiente grato y acogedor, que no necesariamente significa que debamos tener la sala de espera abarrotada de juguetes o de colores infantiles. Basta tener algunos libros de cuentos e ilustraciones. Lo ideal es que los pequeños estén el menor tiempo posible en este lugar, pues si para un adulto el tiempo de espera genera tensión, en un niño este fenómeno se multiplica pues su percepción del tiempo es aún escasa y unos pocos minutos pueden parecerle interminables.

Una vez conocido el motivo de la consulta, es recomendable que pase al gabinete acompañado por uno o ambos padres. Desde el punto de vista de la comunicación, esto nos permite valorar la personalidad del niño, pero también la personalidad y las expectativas de los padres. Ellos no son nuestros pacientes directos, pero serán los que finalmente tomen la decisión de continuar el tratamiento una vez hagamos la valoración del caso.

El nombre del niño
Un aspecto a tener presente es tener las superficies de trabajo lo más despejadas posibles, pues para un niño cada objeto puede captar su atención y lo puede distraer cuando queremos obtener su colaboración. Un saludo, una sonrisa y llamarlo por su nombre ayudan a romper el hielo y a crear un clima de confianza, a la vez de situarnos a su nivel para que sus ojos estén a la altura de los nuestros. Esto nos permite establecer un mejor contacto con el niño, a quien nunca se debe invadir su espacio con saludos sacudiendo su cabello o pellizcando sus mejillas. Se debe preguntar al pequeño sobre su motivo de consulta, como una manera de ir haciéndolo nuestro paciente con sus propias inquietudes y no un "sujeto" traído por sus padres sin tener idea de a qué ha venido a la clínica.

El uso de nuestro lenguaje debe ser adecuado para su edad, imaginativo y sereno. Queremos transmitir tranquilidad, por lo que debemos usar un tono de voz suave. A veces, en nuestro afán por caerle bien a nuestro pequeño paciente, cometemos el error de exagerar nuestros gestos y usar un tono de voz alto y lleno de inflexiones. El niño percibe nuestra ansiedad y sus padres pensarán que somos profesionales poco serios.

Otro aspecto que puede parecer menor, pero que es sumamente importante, es la compenetración con nuestro personal auxiliar y trabajar en equipo. Debemos ser capaces de tener claro incluso como protocolo, cosas tan básicas como: en qué momento exponer el instrumental de exploración, quién coloca la luz, qué palabras utilizamos para reemplazar términos tan desagradables como aguja, anestesia o sangre. Esta sincronización ayuda a tener una atención más fluida y eficiente, además de evitar constantes improvisaciones que aumenten nuestro estrés o que atemoricen al niño.

Una vez establecido el diagnóstico, ayudados con una cámara intraoral, un espejo o dibujos, les explicaremos al niño el problema que padece y cómo lo solucionaremos, con una sencilla explicación acorde a su edad. Y lo haremos siempre manteniendo una actitud positiva, nunca ridiculizando o mostrando por ejemplo qué mal se lava los dientes o qué feos dientes tiene. Si tenemos tenemos un despacho u otro sitio fuera del gabinete para hablar con los padres y explicarles el diagnóstico y plan de tratamiento, mucho mejor; ese tiempo incluso puede ser aprovechado para que nuestra auxiliar le muestre al niño las “"pinturas", "pinceles" y "plastilinas" que utilizaremos en la próxima visita.

En nuestra clínica hemos establecido que, a partir de las siguientes visitas, el niño pasará sin compañía al gabinete, aunque esto depende de la normativa que se aplica en cada lugar. Los padres deben saber esto desde la primera visita y explicarles el por qué. Según nuestra experiencia, los padres actúan mayoritariamente como un elemento distractor negativo durante el procedimiento. Muchas veces repiten nuestras explicaciones al niño, lo que genera confusión, además que inconscientemente se muestran nerviosos, el niño lo percibe y desconfía de nosotros. En todo caso, siempre que consideremos necesario —cuando el niño se muestre temeroso o por su corta edad y necesite del apoyo y compañía de sus padres— se debe ser flexible y permitir que estén en el gabinete. En estos casos en particular, o porque el niño se muestre poco colaborador, es importante realizar algún procedimiento, por muy pequeño que sea, que nos sirva para realizar un refuerzo y no perder lo que hemos ganado hasta el momento. Una vez finalizada la atención no se debe olvidar felicitarlo y animarlo a que la próxima vez lo haga igual o mejor, avisándole cuál será el próximo tratamiento.

Ganar su confianza
En la medida de lo posible, dejaremos los procedimientos más complejos para el final, cuando ya hemos logrado su confianza y colaboración con tratamientos más sencillos, lo que explicaremos también en la primera visita.

Siempre debemos tener presente la transitoriedad de las emociones en los niños, lo que significa que pueden pasar fácilmente de un estado de ánimo a otro con relativa rapidez, lo que no debe condicionar enuestro trabajo. Un niño poco colaborador o reticente a la atención, no necesariamente lo será a lo largo de todo el tratamiento, y en el caso contrario, no debemos descuidar nuestra actitud pues podemos obtener una conducta negativa a cambio.

Conclusión
El factor primordial en la atención odontológica infantil —como también en la atención de pacientes adultos— es conjugar un trato empático hacia nuestros pacientes con una buena organización dentro de la clínica, un protocolo conocido por todo el equipo y, sobre todo, con una óptima comunicación con los niños y los padres.

Sobre la autora
Odontóloga y Directora en Inter-Activa Formación Avanzada. Contacto: mjose@inter-activa.com.

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