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La ciudad de las sirenas

Tres sirenas de Weeki Wachee realizan un número de ballet submarino durante el espectáculo.
Javier de Pisón

Javier de Pisón

jue. 8 agosto 2013

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Siete hermosas criaturas con cuerpo de mujer y cola de pez nadan frente a las ventanas de vidrio de un teatro sumergido, escenificando una versión submarina de La sirenita de Hans Christian Andersen.

Es una escena surrealista que podría haber sido concebida por Salvador Dalí o André Breton, un mito recreado en vivo bajo las cristalinas aguas de una laguna azul, surgida de un manantial tan profundo que dicen que nunca se ha encontrado su origen.

Los arabescos de las sirenas en esas aguas turquesas, rodeadas de peces y tortugas que giran a su alrededor, provocan un efecto hipnótico, un retorno a un estado primordial en el que los símbolos y las leyendas dominan la mente.

En la costa oeste de La Florida, una hora al norte de Tampa, las sirenas siguen cantando la misma canción que hace siglos sedujo a Ulises y a Jasón. No sólo cantan, sino que bailan en un ballet submarino que atrae visitantes a esta hermosa laguna desde hace más de 60 años.

Este fantástico lugar, al que los Seminoles llamaron Weeki Wachee o «pequeño manantial», es una de esas viejas atracciones de La Florida que lleva en funcionamiento desde la década de 1940, ofreciendo tres shows cada día.

La magia de Newton Perry
Su origen se remonta a 1946, cuando el extraordinario nadador Newton Perry tuvo la idea de convertir la laguna de Weeki Wachee en una atracción turística.

Perry construyó un teatro de 18 plazas, que luego amplió a 100, dos metros por debajo de la superficie de la laguna, y enseñó a nadar y respirar bajo el agua a un grupo de chicas de la escuela secundaria local, a las que bautizó como las «Aqua Belles».

Newt, como se le conocía, inauguró su primer show al año siguiente en 1947, el cual promocionó mediante una serie de fotografías de escenas domésticas submarinas que envió a los principales periódicos y revistas de la época.

El agua era tan cristalina que los directores de los medios de comunicación pensaron que las fotografías eran falsas. Sólo cuando repararon en las burbujas que salían de las bocas de los personajes se convencieron de que eran imágenes submarinas.

Lo mismo le sucedió a muchos turistas que vieron el show en vivo: pensaron que se trataba de un truco porque parecía que las sirenas que «volaban» literalmente sobre el gran cañón sumergido de la laguna, de cuyo manantial brotan 400.000 litros de agua por minuto.

Esta etérea calidad había sido descrita mucho antes por la escritora Mary Bates, que dijo en 1847 cuando visitó Weeki Wachee, que «el agua era tan transparente como el aire... y en esas brillantes, puras profundidades parecen haber cavernas formadas por perlas y esmeraldas. Es un palacio digno de Neptuno, la gruta de una sirena o la morada de una náyade».

Eso fue lo que hizo Newton Perry exactamente un siglo después: convertir el manantial de Weeki Wachee en la ciudad de las sirenas. Poco después tuvo otra idea genial cuando creó una ingeniosa red de mangueras de aire sumergidas mediante las cuales sus sirenas podían respirar y realizar así espectáculos de larga duración.

A partir de entonces, miles de personas viajaron a Weeki Wachee para ver a las sirenas beber soda, comer bananas o cocinar perritos calientes bajo la superficie de la aguas, además de ballets acuáticos sincronizados al estilo de Esther Williams.

El éxito de Weeki Wachee despertó un gran interés en la imaginación popular. Hollywood filmó allí películas como Domador de sirenas (Mr. Peabody and the mermaid, 1948), protagonizada por William Powell y con Ann Blyth en el papel de la sirena, antecesor de la más moderna Splash (1984), con Daryl Hannah.

Las películas de la época de la gran sirena de Hollywood, Esther Williams, como Escuela de sirenas (Bathing Beauty, 1944), La hija de Neptuno (Neptune's daughter, 1949) o La primera sirena (Million Dollar Mermaid, 1952), contribuyeron mucho a este entusiasmo popular por los espectáculos acuáticos.

El espectáculo tuvo tanto éxito que para la década de 1960 medio millón de personas visitaba cada año Weeki Wachee, incluyendo celebridades como Elvis Presley o Howard Hughes. Para ese entonces la cadena de televisión ABC había comprado el lugar y construído el teatro actual, con capacidad para 400 personas y situado a más de cinco metros por debajo de la superficie, donde escenificaba espectaculares shows submarinos como Alicia en el país de las maravillas, El mago de Oz o Peter Pan.

La fascinación visual por este lugar está bien documentada en tres libros de fotografía —Weeki Wachee, City of Mermaids, Weeki Wachee Mermaids: Thirty Years of Underwater Photography y Weeki Wachee Springs— que narran la historia y evolución de este famoso lugar. Son imágenes que tienen un encanto antiguo, difícil de resistir, que muestran la ingeniosa y excéntrica creatividad de los viejos parques de atracciones de La Florida, antes de la llegada de Disney.

El origen del mito
Las sirenas han provocado una extraña fascinación desde la antigüedad. Su famoso canto, su legendaria belleza y el peligroso atractivo de la simbiosis entre mujer y animal son características de un mito que tiene sus raíces en leyendas comunes a toda la humanidad.

Descritas por pimera vez en la mitología griega como criaturas mitad pájaro y mitad mujer, estas hijas de las musas atraían a los marineros con sus voces y su música quienes, aturdidos por la belleza embriagadora de esos sonidos, naufragaban en los arrecifes de su isla del Mediterráneo, tras lo cual eran devorados.

La primera mención de las sirenas se remonta a la Odisea, el poema épico de Homero que sigue a la Ilíada, donde relata los diez largos años del viaje de Ulises a su casa en Ítaca tras la Guerra de Troya.

El mítico canto de las sirenas, una tentación que si se sigue tiene consecuencias trágicas, simboliza probablemente los delirios que descarrilan el destino de los hombres.

Estas historias mitológicas han llevado a gente de todo el mundo a viajar a Weeki Wachee para convertirse en sirena, para lo cual hay que saber nadar bien y pasar un duro entrenamiento. Si no alcanza a ser una sirena profesional, puede optar por campamentos de una semana para niños y adultos, donde le enseñan los movimientos básicos que las sirenas hacen en los espectáculos.

En Weeki Wachee, donde el alcalde ha sido una sirena del show, no se tiene que tapar los oídos con cera como Ulises para evitar oír esa música embriagadora. Simplemente, disfrute de la actuación de criaturas que nunca pensó que existieran, tómese fotos con ellas y nade en las aguas cristalinas de esa laguna mitológica.

Los griegos, los indios americanos y los conquistadores españoles parecen haber ido todos en busca de escuelas de sirenas que hoy todavía puede ver por sí mismo en este manantial, convertido en Parque Estatal en 2008.

Después de todo, Weeki Wachee bien podría ser la fuente de la juventud que Hernán Ponce de León buscaba cuando desembarcó en La Florida en el año de 1513, hace exactamente cinco siglos.

NOTA
Weeki Wachie Springs State Park ofrece tres shows diarios. Si desea más información visite www.weekiwachee.com. Todas las fotos de este reportaje aparecerán la semana que viene en la edición impresa de Dental Tribune Latinoamérica, al igual que en la versión digital de la revista.

Consulte este y otros artículos en la edición digital

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