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¿Debe la industria dental determinar el futuro de la Ortodoncia?

El autor afirma que la presión de la industria dental y de los pacientes está obligando a los especialistas a ofrecer tratamientos con alineadores plásticos. (Foto: Marcelo Pires Prestes)

vie. 11 septiembre 2020

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Los cambios provocados en la profesión por la irrupción de nuevas técnicas ortodóncicas y las consecuencias de la pandemia del coronavirus en la industria dental están transformado el campo de la ortodoncia a un ritmo vertiginoso y plantean importantes incógnitas. Dental Tribune le pidió al reconocido ortodoncista e intelectual español, David Suárez Quintanilla, que sopesara el significado de estos cambios y su impacto en el futuro de la especialidad. Esta es la segunda parte de una serie de tres artículos.

Un elemento muy importante, para ir centrando el tema y resaltar mi discrepancia con la idea de que es la industria dental la que vislumbra y condiciona el futuro de nuestra especialidad, es la necesidad que tiene ésta última de fidelizar los clientes y las posibilidades que el entorno digital ofrece a este fin. Lograr que el profesional, y la clínica, trabajen en el entorno virtual de una determinada empresa (con su software específico de diagnóstico y plan de tratamiento, escáneres, CBCT) da lugar a una más que rentable fidelización y, en cierta manera, obliga al profesional a plegarse a los deseos de esa empresa. La obligada transformación del laboratorio analógico hacia el digital está suponiendo un cambio radical de paradigma e impone una dura reconversión del sector, que, en no pocas ocasiones, no cuenta con recursos suficientes para nuevas inversiones tecnológicas; la pandemia nos hace pensar en el coloquial vulgarismo “éramos pocos, y parió la abuela”.

La industria dental digital ve en los centros de diagnóstico y planificación un negocio limpio, en expansión, con pocos gastos de inversión, con un mínimo de personal fijo y con la posibilidad de contar con profesionales autónomos deslocalizados, de países de renta per cápita mínima, en régimen de teletrabajo y, en un futuro no muy lejano, de vender directamente al usuario los alineadores y otros productos digitales.

La cuestión clave por tanto es quién marca el futuro de nuestra profesión y esto nos lleva a preguntarnos por la esencia de nuestra especialidad y la formación de los nuevos especialistas. Llevo más de treinta y cinco años dedicado a tres facetas de la ortodoncia: la clínica, la docencia universitaria y la de investigador y creador de técnicas, que no son más que la aplicación clínica de tecnologías desarrolladas por la industria dental. Conozco razonablemente las distintas facetas del mundo ortodóncico y sus particulares intereses y creo que la parte más débil y dubitativa se corresponde a nosotros, los clínicos de a pie y nuestra nula reivindicación del verdadero alcance de nuestros tratamientos y, en definitiva, de nuestra profesión. No acabamos de entender la extensión de nuestro campo de acción, muy superior a la odontología y próximo a la medicina, y por ello ni nos sentimos orgullosos ni lo reivindicamos.

"La obligada transformación del laboratorio analógico hacia el digital impone una dura reconversión del sector, que en muchos casos no cuenta con recursos suficientes para nuevas inversiones tecnológicas".

Hoy la industria dental, en una etérea e inconsciente asociación con el usuario del servicio dental (antes paciente), han formado una pinza sobre los especialistas que se ven obligados a satisfacer los deseos de alineadores plásticos de los pacientes. La propaganda directa de las compañías de alineadores sobre el paciente, y su dirigismo en internet y redes sociales, han hecho cautivos incluso a nuestros propios pacientes. La tragedia se convierte en comedia cuando las propias compañías condecoran a los providers (suena a tienda de comestibles) de sus alineadores (solo por su consumo, no por la calidad de sus tratamientos) con títulos propios de los Cuatro Fantásticos, como Gold, Platinum o Diamond. El “premiado” rápidamente publicita su título en internet y se hace una foto con la placa que publica en Facebook o Instagram. A los directivos de estas compañías habría que darles un merecido premio por su profundo conocimiento psicológico de la estupidez humana (véase el abusivo precio de los cursos de certificación); es lo que tiene el secular aislamiento de los dentistas, el poder ser capitán general de los metros cuadrados de tu clínica y la necesidad de autoreconocimiento, aunque sea como presidente de tu comunidad de vecinos (el consabido “si quieres conocer a Pedrito, dale un carguito o, en este caso, un titulito”).

Con la subjetividad que me dan las opiniones de los colegas con quien más contacto profesional tengo, dividiría a los ortodoncistas (entendiendo por ello a quien ha tenido una formación reglada y de contrastada intensidad y duración, seguido de un ejercicio profesional intenso, dilatado y dedicado preferentemente a la especialidad) en tres grupos:

 

  • Los desbordados (DB): ven cambiar a toda velocidad su práctica profesional (exigencia infinita de los pacientes, revolución digital, etc.) y, por edad, no tienen ni espíritu, ni ganas, ni tiempo de incorporar nuevas tecnologías y técnicas a su clínica. Su lema es “hasta que dure”. Un subgrupo de los desbordados son los que delegan en sus inexpertos, y un poco arrogantes hijos (maldición de las nuevas generaciones), todo este nuevo enfoque clínico, haciendo en ellos dejación de funciones para la adquisición y manejo de tecnología y la imposición de medallas y condecoraciones de hojalata (PPMU: Provider Platinium Master del Universo).
  • Los nuevos fanáticos de los alineadores (FA): su lema es “no seas antiguo y obsoleto usando brackets”. Nunca han amado de verdad la ortodoncia, la han usado más como un medio de vida que como una pasión y ahora se encuentran cansados de lidiar con los pacientes y los alicates y delegan en una higienista o un “currito” la planificación de los alineadores, la colocación de los ataches y el stripping. Se ocupan de vender el plástico al paciente, con un show visual en el ordenador, asentir afirmativamente con su cabeza ante la óptima marcha del tratamiento y hacer como que ajusta el alineador a los ataches. Recalca que su consulta está a la última y que, por Dios, ya nunca usa los obsoletos hierros. Existe una subvariante de los FA y son los que nunca se enteraron de lo que va la ortodoncia; ahora son felices con sus ataches, elásticos y truquitos e incluso dan, sin pudor ni vergüenza, cursos.
  • Los enamorados de la Ortodoncia (E): aman y disfrutan con la ortodoncia, es su hobby y pasión, entienden que los alineadores son una nueva arma terapéutica cargada de futuro y que la próxima introducción clínica de los plásticos inyectados con memoria de forma (shape memory polymers) producirá un salto cualitativo en su eficiencia. Pero los E son conscientes de la importancia de los conocimientos básicos, del diagnóstico y plan de tratamiento y, de lo más importante: que en el 90% de los pacientes las expectativas terapéuticas han de ser superadas por las que considera el profesional. Este punto es clave y merece especial atención, incluso un artículo aparte. Hay que entender que muy pocas (pero muy pocas) personas entienden las posibilidades de la ortodoncia y la mayoría limitan sus objetivos al alineamiento dental. El paciente, especialmente adulto, viene a la consulta demandando tratamiento de uno o varios dientes, casi siempre limitados al sector anterior. Frente a esta demanda puntual del tratamiento, los profesionales pueden dar una solución igualmente local o enmarcar la queja concreta del paciente en un diagnóstico más holístico que comprenda todas las relaciones dentales, esqueléticas, de tejidos blandos, ATM y vías respiratorias superiores. Es evidente que, haciéndolo bien, éticamente, nos complicamos la vida, ya que, por el mismo precio, como decían los de las atronadoras tómbolas cuando yo era pequeño, marcamos unos objetivos que superan con creces en número e importancia a los que inicialmente preocupan al paciente. Este es un punto caliente de los que tratan pacientes con alineadores y no tienen la mínima formación en ortodoncia: no ven lo que no conocen y por ello comparten con el paciente solo sus objetivos, porque no saben ni pueden ver más allá. Paradójicamente, los alineadores funcionan muy bien en tratamientos limitados y “a la carta”, y eso los convierte en objeto de deseo del dentista general que apenas antes había hecho pinitos con la ortodoncia.

"No acabamos de entender la extensión de nuestro campo de acción, muy superior a la odontología y próximo a la medicina, y por ello ni nos sentimos orgullosos ni lo reivindicamos".

Es importante entender que la ortodoncia no ha de limitarse a tratar los problemas puntuales que refiere el paciente, haciendo que el árbol no nos deje ver el bosque. Por ejemplo, una madre puede acudir acompañando a su hijo de 10 años quejándose de un excesivo resalte incisivo, pongamos de 8 mm, y el profesional puede optar por solucionar puntualmente el problema con una placa activa removible que retroincline esos incisivos o cuatros brackets, o hacer un diagnóstico y tratamiento más global.

En este segundo caso, podremos percatarnos de que el problema del resalte aumentado es, en realidad, un problema de Clase II con retrusión mandibular lo que puede condicionar en el futuro un problema estético facial, de la sonrisa, problemas de disfunción de ATM cuando no, problemas de obstrucción de las vías aéreas superiores por la retrusión funcional mandibular, pudiendo desarrollar en pocos años un serio problema de apnea-hipoapnea obstructiva del sueño (SAHOS). Si la placa activa retruye los incisivos y ayuda a retroposicionar aún más la mandíbula, todas las ventajas expuestas en el segundo enfoque terapéutico no solo quedan anuladas, sino que empeoran. ¿Y qué “aprecian” los padres? Exactamente nada; el primer tratamiento ha sido, para ellos, muy eficiente en términos de rapidez y costo/beneficio. Desgraciadamente, estoy aburrido de ver casos del primer tipo con padres y pacientes satisfechos. Muchos de estos tratamientos, igual que muchos de alineadores, se basan en la imposibilidad de los pacientes para evaluar la calidad de nuestros tratamientos; los pacientes o sus padres no tienen criterios para juzgar la calidad de los tratamientos y muchos colegas, por ignorancia o cuestiones más crematísticas y éticamente reprobables, se aprovechan de esta circunstancia. Las sociedades profesionales y científicas de la ortodoncia son las únicas capacitadas para abrir los ojos a los pacientes con información accesible de calidad. Nadie lo va a hacer por nosotros. 

No se pierda la Tercera Parte de este artículo sobre El futuro de la Ortodoncia que se publicará el 14 de septiembre, en la que el Profesor David Suárez Quintanilla explica la necesidad de que el público conozca más sobre los tratamientos ortodóncicos, el verdadero papel que juegan los alineadores dentales en el tratamiento y un decálogo que propone implementar una serie de medidas por el bien del paciente y de la profesión.

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El Profesor y Doctor David Suárez Quintanilla es catedrático de Ortodoncia de la Universidad de Santiago de Compostela (España), expresidente de la European Orthodontic Society y vicepresidente de Ortodoncia de la International Association for Dental Research. En sus más de treinta años dedicados a la Ortodoncia, ha creado procedimientos como la Técnica SWLF (Straight Wire Low Friction), desarrollada con la compañía RMO de Denver, que es actualmente utilizada por ortodoncistas de más de treinta países. Además, es autor del libros como "Ortodoncia. Eficiencia Clínica y Evidencia Científica”. Visite su página web en: dsqtraining.com

 

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