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¿Debe la industria dental determinar el futuro de la Ortodoncia?

El stand de Dentsply en la exposición IDS de Colonia 2019, compañía que ha decidido dedicarse la ortodoncia digital como consecuencia de la pandemia de coronavirus. (Foto: Javier de Pisón)

sáb. 3 octubre 2020

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Los cambios provocados en la profesión por la irrupción de nuevas técnicas ortodóncicas y las consecuencias de la pandemia del coronavirus en la industria dental están transformado el campo de la ortodoncia a un ritmo vertiginoso y plantean importantes incógnitas. Dental Tribune le pidió al reconocido ortodoncista e intelectual español, David Suárez Quintanilla, que sopesara el significado de estos cambios y su impacto en el futuro de la especialidad. Ahora ofrecemos el artículo completo, publicado previamente como una serie de tres artículos.

En las postrimerías de este verano tan atípico, el director de Dental Tribune Latinoamérica, Javier Martínez de Pisón, me envía un correo solicitando mi opinión sobre las decisiones de la compañía Dentsply Sirona, líder del mercado mundial, reflejadas en un artículo publicado en su revista, en relación a los resultados empresariales del último trimestre y, por extensión, sobre las repercusiones económicas de esta odiada pandemia en las grandes compañías dentales y su influencia en las futuras líneas de mercado. Es una obviedad apuntar que grandes compañías como la mencionada Dentsply Sirona, Align Technology, Envista Holding o Henry Schein han tenido resultados desastrosos en el segundo trimestre del año (Dentsply Sirona ha visto reducida sus ventas más del 50%).

Es cierto, no obstante, que en julio ha cambiado esta tendencia y se ha apreciado una marcada recuperación de las ventas en Europa, Estados Unidos y Asia, manteniéndose la incertidumbre en Latinoamérica, donde la pandemia ha atacado más tarde y con mayor intensidad, por las difíciles condiciones sociosanitarias en muchos de esos países. Hay que ver si este brote verde veraniego en Europa es temporal y producto de los tratamientos pendientes tras el confinamiento y quiero cruzar los dedos para que esta tendencia no revierta en otoño, cuando se inicie de verdad la crisis económica y haya que empezar a pagar los créditos de ayuda estatal.

"No es fácil realizar tratamientos donde paciente, profesional e industria dental queden satisfechos".

En el artículo mencionado destacan las opiniones de dos líderes de Dentsply Sirona, Jorge Gómez y Don Casey, sobre el futuro de la compañía y resultan impactantes sus rotundas afirmaciones: la compañía abandonará la denominada por ellos, ortodoncia tradicional, incluyendo los servicios de laboratorio analógico, para centrarse en la expansión de los alineadores SureSmile®aprovechando la comunidad de usuarios de CEREC®. El objetivo de este cambio de tendencia y profunda remodelación obedece a cuestiones empresariales que buscan disminuir el impacto de la crisis en Dentsply Sirona y mantener su crecimiento. El ánimo de la drástica decisión, explican los directivos, es relegar las partes del negocio de menor rendimiento para disminuir los costos fijos.

Esta noticia, sin duda importante, porque puede marcar tendencia en el mundo empresarial dental, me ha dado pie a varias reflexiones no solo sobre el futuro de la ortodoncia y nuestra práctica profesional, sino sobre quién lo determina y qué peso ha de tener cada una de las variables que lo condicionan (la sociedad, el paciente, los ortodoncistas, los dentistas, las universidades y la industria dental). Creo que en el espíritu de la pregunta que me hacía mi amigo Martínez de Pisón estaba saber si la decisión empresarial de Dentsply Sirona marcaba la tendencia de nuestra especialidad y si era causa, consecuencia o concausa de los cambios científicos y tecnológicos que ya están ocurriendo en esta época post-covid 19.

Antes que nada, no debemos de olvidar que una empresa es una unidad productiva dedicada a desarrollar una actividad económica con ánimo de lucro; el lucro, por tanto, es la razón última de una empresa, se dedique a la sofisticada tecnología dental o la cría de almejas en Galicia. Algunos profesionales entienden el ejercicio de la odontología, medicina o su actividad docente con un enfoque comercial, pero no representan ni la mayoría ni el espíritu de su profesión. El correcto tratamiento del paciente es la meta de la mayoría de los profesionales de la odontología, esperando, lógicamente, recibir, como consecuencia, no como fin, unos emolumentos.

Como contrapunto a lo anterior, coincide esta demanda del artículo de Dental Tribune con el fallecimiento del fundador de nuestro grupo de estudio ONO (Ortodoncistas del Noroeste de España), diplomado y activo miembro de la SEDO y mi profesor, el doctor Juan Antonio Rubio Herrera, una de esas personas excepcionales que hizo de nuestra especialidad su modo y razón de vida, inyectando en su hijo, sus amigos y discípulos la malsana droga de la ortodoncia. El Dr. Rubio es paradigma de una época que tuve la suerte de vivir. Mucho ha cambiado todo desde aquellos lejanos años ochenta cuando yo empezaba a gatear por el mundo de la ortodoncia, pero lo que más ha cambiado es el espíritu y la manera de entender nuestra profesión por parte de los actuales jóvenes ortodoncistas. La humildad, el espíritu de sacrificio y la admiración por nuestros maestros (llámense Cucho o Juan Canut, Juan Pedro Moreno, Armando Menéndez, José Carriere, Pepe Durán, Eliseo Plasencia, Juan Font, Paco Ferré, Alejandro Pascual y tantos otros) no es hoy moneda corriente entre los jóvenes, más entregados al narcisismo de nutrir su ego en las redes sociales y a apuntarse (a falta de bases conceptuales sólidas) a las últimas tendencias y cachivaches tecnológicos de la profesión. Facebook se ha convertido para ellos en un escaparate para presumir de cierre de mordidas con alineadores o de disyunciones palatinas en adultos con una cuadriga de microimplantes, no para enseñar. Ya no hay líderes que admirar porque no hay seguidores que admiren o, los que debieran admirar, en un ejercicio de onanismo ortodóncico, se erigen en admirados en las redes sociales. Nadie conoce su curriculum vitae, sus conocimientos o con quién han empatado, pero ahí están, empapados de “likes” de sus papanatas colegas.

La afición a la filosofía no ayuda a tener respuestas, pero sí a hacer más atinadas y precisas las preguntas y ver con distinta perspectiva los problemas. La cerrada imbricación entre la práctica y la industria dental nos dificulta establecer límites claros entre lo científico, lo clínico y lo empresarial, entre el beneficio para la salud del paciente y el beneficio económico del profesional y la industria dental, incluso en ocasiones nuestra mejor ética hipocrática, puede estar reñida con el beneficio crematístico a corto plazo.

Es importante entender que la ortodoncia no ha de limitarse a tratar los problemas puntuales que refiere el paciente, haciendo que el árbol no nos deje ver el bosque.

No es fácil realizar tratamientos donde los tres pilares —paciente, profesional e industria dental— queden satisfechos. Imaginemos un problema ortodóncico en un niño de 9 años (una mordida completa dental, anterior y posterior) que se puede solucionar en un año con cuatro brackets, dos bandas, un par de arcos bypass de protrusión y un aparato tipo Quadhelix; el resultado en manos expertas, aquellas que tratan la dificultad con la máxima simplicidad, va a ser beneficioso para el paciente y también para el profesional, pero no para la industria dental que apenas tendrá unos 60 euros de beneficio (cuando el tratamiento tendrá un coste aproximado para el paciente/padres de, por ejemplo, 1.800 euros; el beneficio para la industria dental de un tratamiento completo apenas llega a los 200 euros, mientras que la tarifa estándar en España para el paciente es de unos 3.000 euros). La diferencia entre el costo del material y lo que el paciente nos paga, amén de gastos clínicos e impuestos, se corresponde con nuestros conocimientos, manejo clínico y experiencia. Nuestra plusvalía se centra en nuestro valor como profesionales, no en la tecnología. Este es un claro ejemplo de discrepancia entre beneficios (máxima para el profesional y mínima para la industria dental) y también máxima para el paciente en términos de costo/beneficio para la futura salud y estética de su boca, su sonrisa y el crecimiento de su cara.

El caso opuesto sería una paciente adulta que demanda un tratamiento estético de sus seis dientes superiores muy irregulares y apiñados y sus cuatro incisivos inferiores apiñados, pero exige un tratamiento con alineadores, sin importarle su Clase II, su asimetría mandibular ni su mordida cruzada posterior; dado el marcado solapamiento de los incisivos superiores, requiere de muchos alineadores, siendo el presupuesto alto para la paciente (unos 4000 euros) y el beneficio alto para la empresa/laboratorio dental. Es cierto que el beneficio del profesional exige menos conocimientos, trabajo y tiempo de sillón y resulta más “cómodo”. Pero no debemos de olvidar que no es tan fácil la aceptación económica del tratamiento y que el margen del profesional es porcentualmente menor y, algo muy importante y que pasamos por alto, podríamos mejorar la eficiencia del tratamiento con otros aparatos y sistemas ortodóncicos más económicos, pero que, claro, desconocemos (véase mi idea de la Multitécnica). El paciente ha de reflejar por escrito su renuncia a otros objetivos terapéuticos (la Clase II, la asimetría mandibular) que él, no nosotros, no considera, por desinformación, importantes. Es fácil de comprender que la industria dental estará encantada con este segundo tratamiento y no con el primero.

Un elemento muy importante, para ir centrando el tema y resaltar mi discrepancia con la idea de que es la industria dental la que vislumbra y condiciona el futuro de nuestra especialidad, es la necesidad que tiene ésta última de fidelizar los clientes y las posibilidades que el entorno digital ofrece a este fin. Lograr que el profesional, y la clínica, trabajen en el entorno virtual de una determinada empresa (con su software específico de diagnóstico y plan de tratamiento, escáneres, CBCT) da lugar a una más que rentable fidelización y, en cierta manera, obliga al profesional a plegarse a los deseos de esa empresa. La obligada transformación del laboratorio analógico hacia el digital está suponiendo un cambio radical de paradigma e impone una dura reconversión del sector, que, en no pocas ocasiones, no cuenta con recursos suficientes para nuevas inversiones tecnológicas; la pandemia nos hace pensar en el coloquial vulgarismo “éramos pocos, y parió la abuela”.

La industria dental digital ve en los centros de diagnóstico y planificación un negocio limpio, en expansión, con pocos gastos de inversión, con un mínimo de personal fijo y con la posibilidad de contar con profesionales autónomos deslocalizados, de países de renta per cápita mínima, en régimen de teletrabajo y, en un futuro no muy lejano, de vender directamente al usuario los alineadores y otros productos digitales. La cuestión clave por tanto es quién marca el futuro de nuestra profesión y esto nos lleva a preguntarnos por la esencia de nuestra especialidad y la formación de los nuevos especialistas. Llevo más de treinta y cinco años dedicado a tres facetas de la ortodoncia: la clínica, la docencia universitaria y la de investigador y creador de técnicas, que no son más que la aplicación clínica de tecnologías desarrolladas por la industria dental. Conozco razonablemente las distintas facetas del mundo ortodóncico y sus particulares intereses y creo que la parte más débil y dubitativa se corresponde a nosotros, los clínicos de a pie y nuestra nula reivindicación del verdadero alcance de nuestros tratamientos y, en definitiva, de nuestra profesión. No acabamos de entender la extensión de nuestro campo de acción, muy superior a la odontología y próximo a la medicina, y por ello ni nos sentimos orgullosos ni lo reivindicamos.

"La obligada transformación del laboratorio analógico hacia el digital impone una dura reconversión del sector, que en muchos casos no cuenta con recursos suficientes para nuevas inversiones tecnológicas".

Hoy la industria dental, en una etérea e inconsciente asociación con el usuario del servicio dental (antes paciente), han formado una pinza sobre los especialistas que se ven obligados a satisfacer los deseos de alineadores plásticos de los pacientes. La propaganda directa de las compañías de alineadores sobre el paciente, y su dirigismo en internet y redes sociales, han hecho cautivos incluso a nuestros propios pacientes. La tragedia se convierte en comedia cuando las propias compañías condecoran a los providers (suena a tienda de comestibles) de sus alineadores (solo por su consumo, no por la calidad de sus tratamientos) con títulos propios de los Cuatro Fantásticos, como Gold, Platinum o Diamond. El “premiado” rápidamente publicita su título en internet y se hace una foto con la placa que publica en Facebook o Instagram. A los directivos de estas compañías habría que darles un merecido premio por su profundo conocimiento psicológico de la estupidez humana (véase el abusivo precio de los cursos de certificación); es lo que tiene el secular aislamiento de los dentistas, el poder ser capitán general de los metros cuadrados de tu clínica y la necesidad de autoreconocimiento, aunque sea como presidente de tu comunidad de vecinos (el consabido “si quieres conocer a Pedrito, dale un carguito o, en este caso, un titulito”).

Con la subjetividad que me dan las opiniones de los colegas con quien más contacto profesional tengo, dividiría a los ortodoncistas (entendiendo por ello a quien ha tenido una formación reglada y de contrastada intensidad y duración, seguido de un ejercicio profesional intenso, dilatado y dedicado preferentemente a la especialidad) en tres grupos:

 

  • Los desbordados (DB): ven cambiar a toda velocidad su práctica profesional (exigencia infinita de los pacientes, revolución digital, etc.) y, por edad, no tienen ni espíritu, ni ganas, ni tiempo de incorporar nuevas tecnologías y técnicas a su clínica. Su lema es “hasta que dure”. Un subgrupo de los desbordados son los que delegan en sus inexpertos, y un poco arrogantes hijos (maldición de las nuevas generaciones), todo este nuevo enfoque clínico, haciendo en ellos dejación de funciones para la adquisición y manejo de tecnología y la imposición de medallas y condecoraciones de hojalata (PPMU: Provider Platinium Master del Universo).
  • Los nuevos fanáticos de los alineadores (FA): su lema es “no seas antiguo y obsoleto usando brackets”. Nunca han amado de verdad la ortodoncia, la han usado más como un medio de vida que como una pasión y ahora se encuentran cansados de lidiar con los pacientes y los alicates y delegan en una higienista o un “currito” la planificación de los alineadores, la colocación de los ataches y el stripping. Se ocupan de vender el plástico al paciente, con un show visual en el ordenador, asentir afirmativamente con su cabeza ante la óptima marcha del tratamiento y hacer como que ajusta el alineador a los ataches. Recalca que su consulta está a la última y que, por Dios, ya nunca usa los obsoletos hierros. Existe una subvariante de los FA y son los que nunca se enteraron de lo que va la ortodoncia; ahora son felices con sus ataches, elásticos y truquitos e incluso dan, sin pudor ni vergüenza, cursos.
  • Los enamorados de la Ortodoncia (E): aman y disfrutan con la ortodoncia, es su hobby y pasión, entienden que los alineadores son una nueva arma terapéutica cargada de futuro y que la próxima introducción clínica de los plásticos inyectados con memoria de forma (shape memory polymers) producirá un salto cualitativo en su eficiencia. Pero los E son conscientes de la importancia de los conocimientos básicos, del diagnóstico y plan de tratamiento y, de lo más importante: que en el 90% de los pacientes las expectativas terapéuticas han de ser superadas por las que considera el profesional. Este punto es clave y merece especial atención, incluso un artículo aparte. Hay que entender que muy pocas (pero muy pocas) personas entienden las posibilidades de la ortodoncia y la mayoría limitan sus objetivos al alineamiento dental. El paciente, especialmente adulto, viene a la consulta demandando tratamiento de uno o varios dientes, casi siempre limitados al sector anterior. Frente a esta demanda puntual del tratamiento, los profesionales pueden dar una solución igualmente local o enmarcar la queja concreta del paciente en un diagnóstico más holístico que comprenda todas las relaciones dentales, esqueléticas, de tejidos blandos, ATM y vías respiratorias superiores. Es evidente que, haciéndolo bien, éticamente, nos complicamos la vida, ya que, por el mismo precio, como decían los de las atronadoras tómbolas cuando yo era pequeño, marcamos unos objetivos que superan con creces en número e importancia a los que inicialmente preocupan al paciente. Este es un punto caliente de los que tratan pacientes con alineadores y no tienen la mínima formación en ortodoncia: no ven lo que no conocen y por ello comparten con el paciente solo sus objetivos, porque no saben ni pueden ver más allá. Paradójicamente, los alineadores funcionan muy bien en tratamientos limitados y “a la carta”, y eso los convierte en objeto de deseo del dentista general que apenas antes había hecho pinitos con la ortodoncia.

"No acabamos de entender la extensión de nuestro campo de acción, muy superior a la odontología y próximo a la medicina, y por ello ni nos sentimos orgullosos ni lo reivindicamos".

Es importante entender que la ortodoncia no ha de limitarse a tratar los problemas puntuales que refiere el paciente, haciendo que el árbol no nos deje ver el bosque. Por ejemplo, una madre puede acudir acompañando a su hijo de 10 años quejándose de un excesivo resalte incisivo, pongamos de 8 mm, y el profesional puede optar por solucionar puntualmente el problema con una placa activa removible que retroincline esos incisivos o cuatros brackets, o hacer un diagnóstico y tratamiento más global.

En este segundo caso, podremos percatarnos de que el problema del resalte aumentado es, en realidad, un problema de Clase II con retrusión mandibular lo que puede condicionar en el futuro un problema estético facial, de la sonrisa, problemas de disfunción de ATM cuando no, problemas de obstrucción de las vías aéreas superiores por la retrusión funcional mandibular, pudiendo desarrollar en pocos años un serio problema de apnea-hipoapnea obstructiva del sueño (SAHOS). Si la placa activa retruye los incisivos y ayuda a retroposicionar aún más la mandíbula, todas las ventajas expuestas en el segundo enfoque terapéutico no solo quedan anuladas, sino que empeoran. ¿Y qué “aprecian” los padres? Exactamente nada; el primer tratamiento ha sido, para ellos, muy eficiente en términos de rapidez y costo/beneficio. Desgraciadamente, estoy aburrido de ver casos del primer tipo con padres y pacientes satisfechos. Muchos de estos tratamientos, igual que muchos de alineadores, se basan en la imposibilidad de los pacientes para evaluar la calidad de nuestros tratamientos; los pacientes o sus padres no tienen criterios para juzgar la calidad de los tratamientos y muchos colegas, por ignorancia o cuestiones más crematísticas y éticamente reprobables, se aprovechan de esta circunstancia. Las sociedades profesionales y científicas de la ortodoncia son las únicas capacitadas para abrir los ojos a los pacientes con información accesible de calidad. Nadie lo va a hacer por nosotros. 

Y así llegamos al núcleo gordiano del problema: la necesidad de dar información al público de la influencia de nuestros tratamientos en el crecimiento facial y la optimización de funciones, tan importantes y esenciales como la respiración.

Una vez más, repito, son las sociedades científicas y profesionales de la ortodoncia las encargadas de encender la antorcha que ilumine las increíbles ventajas de nuestros tratamientos para la calidad de vida de nuestros semejantes. Como catedrático de ortodoncia de la Universidad de Santiago y miembro de la Real Academia de Medicina de Galicia, suelo participar en reuniones científicas médicas multidisciplinares y en ellas constato que la ortodoncia es una de las grandes desconocidas del área de la salud. Cuando a mis colegas médicos le explico las imbricaciones de nuestro tratamiento con la cirugía maxilofacial, la otorrinolaringología, la pediatría o la neumología, realmente creo que quedan sorprendidos. Me atrevo a decir más, no se puede entender el tratamiento de un niño con déficit de crecimiento y respiración oral, asociado a colapso maxilar o mandibular, por parte de pediatras, otorrinos o cirujanos sin el diagnóstico y posterior tratamiento de ortodoncia.No debemos de adaptar el tratamiento al aparato sino el aparato al tratamiento. Hemos de reivindicar la buena ortodoncia y nuestra falta de imaginación no puede obligarnos al uso de alineadores cada vez que el paciente lo solicite por la presión mediática. Y no me crean un obstáculo al progreso; muy al contrario, he apostado inequívocamente por introducir los alineadores en mi práctica y creo que abren un horizonte insospechado e ilimitado en nuestra clínica. Los alineadores permiten tratamientos más confortables, previsibles y ecológicos (como es el caso de nuestras Guías Eruptivas Propioceptivas-Alineadent® y sus espectaculares resultados en dentición mixta).

"El resultado del tratamiento es responsabilidad total del profesional, no de la compañía de alineadores".

El decálogo final de este artículo, en contestación a mi amigo Javier Martínez de Pisón, buscando el bien del paciente, de nuestra especialidad y de los que la seguimos amando con pasión juvenil, incluye:

  1. La industria dental ha contribuido y contribuye sobremanera al progreso de la ortodoncia por su capacidad de I+D+I (investigación, desarrollo e innovación) y de diseñar, fabricar y comercializar tecnologías y aparatos, pero debe tener un peso aquilatado en los destinos de la Ortodoncia con mayúsculas.
  2. Los profesionales y pacientes no son ajenos ni a la fascinación por la tecnología de la sociedad actual ni a la influencia de las redes sociales en la toma de decisiones terapéuticas y la industria dental lo sabe.
  3. En no pocas ocasiones los objetivos del paciente, el profesional y la industria son divergentes, cuando no opuestos. El objetivo empresarial final es crear riqueza a través de los beneficios. A igualdad de productos y técnicas, la empresa se decantará y centrará su atención en la más rentable, la que dé un mayor beneficio sin generar gastos fijos. La plusvalía de un vendedor comercial, por ejemplo, es radicalmente diferente si vende brackets y alambres o promociona el uso de alineadores.
  4. La industria dental es consciente de que un entorno digital cerrado (software y tecnología de una marca concreta) es una oportunidad de oro para fidelizar no solo a los doctores, sino a clínicas o grupos de clínicas completos.
  5. El ortodoncista bien formado y avezado puede prescindir en gran parte de la tecnología. Como diría mi colega Juan Font, el buen ortodoncista hace ortodoncia eficiente, ecológica, con cualquier cosa, incluidos unos cordones de zapatos. A menor formación y mayor impericia se necesita más la muleta de la tecnología. El buen ortodoncista basa su tarifa en sus capacidades y el regular, en sus aparatos. En este punto existe una clara divergencia en objetivos entre la industria o el negocio dental y el ortodoncista experto. La primera busca el aparato más rentable, normalmente el más costoso, y el segundo el más eficiente (mejor relación eficacia/costo/tiempo). El ortodoncista capaz de solucionar casos complejos con cuatro brackets, un Quadhelix y un par de microimplantes, no es un cliente rentable.
  6. El omnipresente poder de la industria dental frente a las instituciones políticas, profesionales y científicas odontológicas es cada vez mayor. Su influencia y dirigismo en nuestra profesión debería de hacernos reflexionar, en especial cuando publicitan y aúpan tecnologías y técnicas solo con un fin comercial frente a otras más clásicas y eficientes, pero, para ellos, menos rentables. Supongo que es el precio que la profesión paga por dejar que sea la industria dental la que subvencione congresos, reuniones científicas, premios y cursos. Los ortodoncistas nos debemos a nuestros pacientes, no a la industria dental, y somos nosotros, como grupo, los que deberíamos de ser dueños de nuestro destino y el de nuestra profesión. Pero, como evidencio en este artículo, no es así. Nada es gratis en esta vida y algunas grandes compañías de alineadores se están cobrando ahora a las sociedades y asociaciones nacionales de ortodoncistas (véase AAO) tantos años de esponsorización de congresos y reuniones científicas; las puñaladas por la espalda duelen más.
  7. Las universidades han de favorecer el espíritu crítico en sus alumnos, han de enseñarles a pensar y separar el trigo de la paja de acuerdo con la terapia basada en la evidencia científica. No hay marketing ni predicador ortodóncico que se pueda resistir a un buen metaanálisis.
  8. La formación universitaria postgraduada, como me enseñaron mis maestros, ha de representar, en cierta manera, el contrapunto a la obnubilación por la tecnología. No me refiero a no conocer y utilizar la tecnología, sino que ésta no se erija como altar sacrosanto de la profesión, desplazando al profesional y algo menos al profesor. La tecnología debe ser un auxiliar a nuestros conocimientos, debemos interpelarla para buscar el mejor diagnóstico y plan de tratamiento para nuestros pacientes, pero no debemos dejar en sus manos decisiones que solo y únicamente nos corresponden a nosotros.
  9. Hay que dar una respuesta a esta “crisis de los brackets”, que solo puede venir de la innovación. Nosotros hemos desarrollado, con la colaboración de varias compañías, la Técnica Multibracket®, que combina lo mejor y más eficiente de cada esfera terapéutica (brackets de fricción controlada que permiten realizar muchos tratamientos con un solo arco de una superaleación, microimplantes de titanio intra y extraalveolares de última generación, aparatos funcionales digitales, alineadores en dentición mixta tardía). Vender brackets (otra cosa es vender una Técnica completa y crear una comunidad de usuarios de la misma) ya no es rentable para las grandes compañías y el negocio ha quedado relegado a empresas de calidad menos contrastada de China, Brasil o India. El negocio del bracket además va en picado porque las técnicas más conocidas, las que todos tenemos en mente, se han quedado anticuadas, resesas decimos en Galicia, sin variar ni un ápice los planteamientos biomecánicos de hace más de cuarenta años y han continuado discutiendo el sexo de los ángeles (por ejemplo, la importancia de variar 4 o 5 grados la torsión en uno u otro diente). ¿De verdad que no vieron venir el toro? ¿Qué esperaban?
  10. La ortodoncia necesita nuevos lideres políticos capaces de poner a nuestra especialidad en el sitio que le corresponde, denunciar el marasmo y la mala práctica de la ortodoncia actual por parte de dentistas generales con nula capacitación en ortodoncia y la venta a granel de alineadores. En mi opinión, es clave la información al paciente sobre lo que debería conseguirse, y evitarse, con alineadores. Es clave, y la única salida al caos que se avecina, es el estricto peritaje de la mala práctica para que los profesionales sin capacitación respondan ante la justicia. El resultado del tratamiento es responsabilidad total del profesional, no de la compañía de alineadores o sus programadores.

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El Profesor y Doctor David Suárez Quintanilla es catedrático de Ortodoncia de la Universidad de Santiago de Compostela (España), expresidente de la European Orthodontic Society y vicepresidente de Ortodoncia de la International Association for Dental Research. En sus más de treinta años dedicados a la Ortodoncia, ha creado procedimientos como la Técnica SWLF (Straight Wire Low Friction), desarrollada con la compañía RMO de Denver, que es actualmente utilizada por ortodoncistas de más de treinta países. Además, es autor del libros como "Ortodoncia. Eficiencia Clínica y Evidencia Científica”. Visite su página web en: dsqtraining.com

 

 

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