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¿Debe la industria dental determinar el futuro de la Ortodoncia?

El stand de Dentsply en la exposición IDS de Colonia 2019, compañía que ha decidido dedicarse la ortodoncia digital como consecuencia de la pandemia de coronavirus. (Foto: Javier de Pisón)

lun. 7 septiembre 2020

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Los cambios provocados en la profesión por la irrupción de nuevas técnicas ortodóncicas y las consecuencias de la pandemia del coronavirus en la industria dental están transformado el campo de la ortodoncia a un ritmo vertiginoso y plantean importantes incógnitas. Dental Tribune le pidió al reconocido ortodoncista e intelectual español, David Suárez Quintanilla, que sopesara el significado de estos cambios y su impacto en el futuro de la especialidad. Esta es la primera parte de una serie de tres artículos.

En las postrimerías de este verano tan atípico, el director de Dental Tribune Latinoamérica, Javier Martínez de Pisón, me envía un correo solicitando mi opinión sobre las decisiones de la compañía Dentsply Sirona, líder del mercado mundial, reflejadas en un artículo publicado en su revista, en relación a los resultados empresariales del último trimestre y, por extensión, sobre las repercusiones económicas de esta odiada pandemia en las grandes compañías dentales y su influencia en las futuras líneas de mercado. Es una obviedad apuntar que grandes compañías como la mencionada Dentsply Sirona, Align Technology, Envista Holding o Henry Schein han tenido resultados desastrosos en el segundo trimestre del año (Dentsply Sirona ha visto reducida sus ventas más del 50%).

Es cierto, no obstante, que en julio ha cambiado esta tendencia y se ha apreciado una marcada recuperación de las ventas en Europa, Estados Unidos y Asia, manteniéndose la incertidumbre en Latinoamérica, donde la pandemia ha atacado más tarde y con mayor intensidad, por las difíciles condiciones sociosanitarias en muchos de esos países. Hay que ver si este brote verde veraniego en Europa es temporal y producto de los tratamientos pendientes tras el confinamiento y quiero cruzar los dedos para que esta tendencia no revierta en otoño, cuando se inicie de verdad la crisis económica y haya que empezar a pagar los créditos de ayuda estatal.

"No es fácil realizar tratamientos donde paciente, profesional e industria dental queden satisfechos".

En el artículo mencionado destacan las opiniones de dos líderes de Dentsply Sirona, Jorge Gómez y Don Casey, sobre el futuro de la compañía y resultan impactantes sus rotundas afirmaciones: la compañía abandonará la denominada por ellos, ortodoncia tradicional, incluyendo los servicios de laboratorio analógico, para centrarse en la expansión de los alineadores SureSmile®aprovechando la comunidad de usuarios de CEREC®. El objetivo de este cambio de tendencia y profunda remodelación obedece a cuestiones empresariales que buscan disminuir el impacto de la crisis en Dentsply Sirona y mantener su crecimiento. El ánimo de la drástica decisión, explican los directivos, es relegar las partes del negocio de menor rendimiento para disminuir los costos fijos.

Esta noticia, sin duda importante, porque puede marcar tendencia en el mundo empresarial dental, me ha dado pie a varias reflexiones no solo sobre el futuro de la ortodoncia y nuestra práctica profesional, sino sobre quién lo determina y qué peso ha de tener cada una de las variables que lo condicionan (la sociedad, el paciente, los ortodoncistas, los dentistas, las universidades y la industria dental). Creo que en el espíritu de la pregunta que me hacía mi amigo Martínez de Pisón estaba saber si la decisión empresarial de Dentsply Sirona marcaba la tendencia de nuestra especialidad y si era causa, consecuencia o concausa de los cambios científicos y tecnológicos que ya están ocurriendo en esta época post-covid 19.

Antes que nada, no debemos de olvidar que una empresa es una unidad productiva dedicada a desarrollar una actividad económica con ánimo de lucro; el lucro, por tanto, es la razón última de una empresa, se dedique a la sofisticada tecnología dental o la cría de almejas en Galicia. Algunos profesionales entienden el ejercicio de la odontología, medicina o su actividad docente con un enfoque comercial, pero no representan ni la mayoría ni el espíritu de su profesión. El correcto tratamiento del paciente es la meta de la mayoría de los profesionales de la odontología, esperando, lógicamente, recibir, como consecuencia, no como fin, unos emolumentos.

Como contrapunto a lo anterior, coincide esta demanda del artículo de Dental Tribune con el fallecimiento del fundador de nuestro grupo de estudio ONO (Ortodoncistas del Noroeste de España), diplomado y activo miembro de la SEDO y mi profesor, el doctor Juan Antonio Rubio Herrera, una de esas personas excepcionales que hizo de nuestra especialidad su modo y razón de vida, inyectando en su hijo, sus amigos y discípulos la malsana droga de la ortodoncia. El Dr. Rubio es paradigma de una época que tuve la suerte de vivir. Mucho ha cambiado todo desde aquellos lejanos años ochenta cuando yo empezaba a gatear por el mundo de la ortodoncia, pero lo que más ha cambiado es el espíritu y la manera de entender nuestra profesión por parte de los actuales jóvenes ortodoncistas. La humildad, el espíritu de sacrificio y la admiración por nuestros maestros (llámense Cucho o Juan Canut, Juan Pedro Moreno, Armando Menéndez, José Carriere, Pepe Durán, Eliseo Plasencia, Juan Font, Paco Ferré, Alejandro Pascual y tantos otros) no es hoy moneda corriente entre los jóvenes, más entregados al narcisismo de nutrir su ego en las redes sociales y a apuntarse (a falta de bases conceptuales sólidas) a las últimas tendencias y cachivaches tecnológicos de la profesión. Facebook se ha convertido para ellos en un escaparate para presumir de cierre de mordidas con alineadores o de disyunciones palatinas en adultos con una cuadriga de microimplantes, no para enseñar. Ya no hay líderes que admirar porque no hay seguidores que admiren o, los que debieran admirar, en un ejercicio de onanismo ortodóncico, se erigen en admirados en las redes sociales. Nadie conoce su curriculum vitae, sus conocimientos o con quién han empatado, pero ahí están, empapados de “likes” de sus papanatas colegas.

La afición a la filosofía no ayuda a tener respuestas, pero sí a hacer más atinadas y precisas las preguntas y ver con distinta perspectiva los problemas. La cerrada imbricación entre la práctica y la industria dental nos dificulta establecer límites claros entre lo científico, lo clínico y lo empresarial, entre el beneficio para la salud del paciente y el beneficio económico del profesional y la industria dental, incluso en ocasiones nuestra mejor ética hipocrática, puede estar reñida con el beneficio crematístico a corto plazo.

Es importante entender que la ortodoncia no ha de limitarse a tratar los problemas puntuales que refiere el paciente, haciendo que el árbol no nos deje ver el bosque.

No es fácil realizar tratamientos donde los tres pilares —paciente, profesional e industria dental— queden satisfechos. Imaginemos un problema ortodóncico en un niño de 9 años (una mordida completa dental, anterior y posterior) que se puede solucionar en un año con cuatro brackets, dos bandas, un par de arcos bypass de protrusión y un aparato tipo Quadhelix; el resultado en manos expertas, aquellas que tratan la dificultad con la máxima simplicidad, va a ser beneficioso para el paciente y también para el profesional, pero no para la industria dental que apenas tendrá unos 60 euros de beneficio (cuando el tratamiento tendrá un coste aproximado para el paciente/padres de, por ejemplo, 1.800 euros; el beneficio para la industria dental de un tratamiento completo apenas llega a los 200 euros, mientras que la tarifa estándar en España para el paciente es de unos 3.000 euros). La diferencia entre el costo del material y lo que el paciente nos paga, amén de gastos clínicos e impuestos, se corresponde con nuestros conocimientos, manejo clínico y experiencia. Nuestra plusvalía se centra en nuestro valor como profesionales, no en la tecnología. Este es un claro ejemplo de discrepancia entre beneficios (máxima para el profesional y mínima para la industria dental) y también máxima para el paciente en términos de costo/beneficio para la futura salud y estética de su boca, su sonrisa y el crecimiento de su cara.

El caso opuesto sería una paciente adulta que demanda un tratamiento estético de sus seis dientes superiores muy irregulares y apiñados y sus cuatro incisivos inferiores apiñados, pero exige un tratamiento con alineadores, sin importarle su Clase II, su asimetría mandibular ni su mordida cruzada posterior; dado el marcado solapamiento de los incisivos superiores, requiere de muchos alineadores, siendo el presupuesto alto para la paciente (unos 4000 euros) y el beneficio alto para la empresa/laboratorio dental. Es cierto que el beneficio del profesional exige menos conocimientos, trabajo y tiempo de sillón y resulta más “cómodo”. Pero no debemos de olvidar que no es tan fácil la aceptación económica del tratamiento y que el margen del profesional es porcentualmente menor y, algo muy importante y que pasamos por alto, podríamos mejorar la eficiencia del tratamiento con otros aparatos y sistemas ortodóncicos más económicos, pero que, claro, desconocemos (véase mi idea de la Multitécnica). El paciente ha de reflejar por escrito su renuncia a otros objetivos terapéuticos (la Clase II, la asimetría mandibular) que él, no nosotros, no considera, por desinformación, importantes. Es fácil de comprender que la industria dental estará encantada con este segundo tratamiento y no con el primero.

No se pierda la Segunda Parte de este artículo sobre El futuro de la Ortodoncia que se publicaré el 11 de septiembre, en la que el Profesor David Suárez Quintanilla aborda temas como la fidelización a marcas que impone a los profesionales el entorno digital, la importancia del campo médico de acción de los ortodoncistas o los tres grupos de profesionales que existen, definidos como: 1) Los desbordados, 2) Los nuevos fans de los alineadores, y, 3) Los enamorados de la Ortodoncia.

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El Profesor y Doctor David Suárez Quintanilla es catedrático de Ortodoncia de la Universidad de Santiago de Compostela (España), expresidente de la European Orthodontic Society y vicepresidente de Ortodoncia de la International Association for Dental Research. En sus más de treinta años dedicados a la Ortodoncia, ha creado procedimientos como la Técnica SWLF (Straight Wire Low Friction), desarrollada con la compañía RMO de Denver, que es actualmente utilizada por ortodoncistas de más de treinta países. Además, es autor del libros como "Ortodoncia. Eficiencia Clínica y Evidencia Científica”. Visite su página web en: dsqtraining.com

 

3 thoughts on “¿Debe la industria dental determinar el futuro de la Ortodoncia?

  1. Guillermo Ocampo says:

    Son ortodoncias estandarizadas que no tienen nada que ver con la verdadera ortodoncia funcional. Es el equivalente a coronas con superficies ovoidales prefabricadas. Eso no es ortodoncia

  2. José Cabrera says:

    EXELENTE!!! Refleja al 100% la realidad

  3. Claudio Macas says:

    Excelente apoyo para tratamientos de ortodoncia
    Lo malo que el latino america es complicado comprar por qué es costoso principalmente en Ecuador ??

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