Los colegas piensan que sentarme a escribir columnas es un trabajo sencillo, relajado y sedentario, pero la realidad es otra. Me expongo a muchos riesgos y a ganarme detractores. Cada vez que emito conceptos, realizo críticas, emito juicios que denuncian tratamientos y actos de mala praxis, aparecen por un lado colegas que aplauden mis palabras, pero por otro lado están los que se sienten señalados y se convertirán fácilmente en mis enemigos eternos.
Todas las críticas o reproches que he venido ventilando en estos casi tres años, como columnista de Dental Tribune y otros medios de comunicación, las quiero resumir escribiendo en sentido figurado.
Cuando se emiten conceptos sobre algo que no anda bien en el gremio odontológico, cuando expresamos con bases científicas, estadísticas y evidencia que un procedimiento o técnica está mal, cuando decimos que el factor económico prima sobre la ética y la responsabilidad, más de uno salta inmediatamente a refutar mis aseveraciones, tratando de comprobar que el equivocado soy yo.
Me llama la atención cada vez que emergen y sacan la cabeza del fango los paranoicos al sentirse atacados por su forma de actuar, pensando que lo que escribo es puntualmente contra ellos. Disparan dardos en las redes sociales, mostrando que se sienten “atacados”. Hemos llegado a un momento en que ya no podemos expresar algo específico sin que alguien sienta que el mensaje va en código y fue emitido en su contra.
En estos días, una colega que trabaja como auditora en salud me decía con vehemencia que debíamos mimar y consentir al paciente. Sus palabras textuales fueron: “Hay que consentirlos porque ellos son los que nos dan la comidita”. Esto me sonó tan grotesco que me hizo sentir como un limosnero, por eso me pregunto, ¿a qué grado de mendicidad hemos llegado?
Me fui pensativo de esa reunión, reflexionando sobre el estatus que tuvimos en el pasado cuando ser odontólogo era un honor y se nos veía como pilares de la sociedad. Hoy, según esas premisas que me transmitió esta colega, los pacientes son más importantes que nosotros porque son los que nos dan el dinero para cubrir nuestros gastos y subsistir; son, como decimos en Colombia, los que nos dan la “papita”. Esta es la razón que hace que frecuentemente veamos cómo los pacientes abusan del tiempo y de la integridad de los profesionales de la salud. Ustedes se han preguntado ¿cuán frecuente es que los pacientes nos dejen esperando una y otra vez en las citas, haciéndonos perder nuestro tiempo? ¿Cuántas veces no nos han pagado la totalidad de nuestros honorarios, aún habiendo terminado los tratamientos pactados? Esto es apenas una muestra de la pérdida del respeto por parte de los pacientes hacia nosotros los odontólogos, y veo muy complicado poder retomar el camino.
Repetidamente, hemos visto en las noticias cómo los pacientes agreden verbal y físicamente a los profesionales de la odontología. Pienso frecuentemente en los colegas que, por necesidad o falta de oportunidades laborales, deben emplearse en entidades estatales o en esas cadenas de clínicas donde solamente son la mano de obra necesaria para generar el dinero que han puesto como meta mensual esas máquinas empresariales, donde no existe el más mínimo asomo de ética ni compasión hacia los pacientes o los dentistas que allí laboran.
Luego de ver en persona las condiciones a las que nos han llevado tanto la economía globalizada como la sociedad misma, lo único que pude rescatar es que nosotros como profesionales de la salud no estamos mendigando nada, ni a nadie; por el contrario, estamos prestando un servicio, merecemos respeto y se nos debe pagar adecuadamente.
Todos nos hemos esforzado para llegar a donde estamos. Recuerdo tantas noches en vela, cuánto dinero invertimos y seguimos invirtiendo en capacitaciones, cursos, especializaciones, maestrías, llevando nuevas tecnologías a nuestra consulta para brindar un servicio de excelencia; la verdad, han sido muchos los sacrificios que hemos tenido que hacer para que ahora vengan a decirnos que encima de todo debemos aguantar los abusos y maltratos tanto de los empleadores como de los pacientes porque son ellos los que nos están dando nuestro sustento.
Partamos de la siguiente premisa: si las consultas son gratis, no nos van a respetar; si cobramos poco o no cobramos para que el paciente se quede, entonces no van a valorar nuestro trabajo ni nos van a valorar como personas. Esta situación de no cobrar ha llevado a los pacientes a tener una autopista libre para visitar a cuantos colegas puedan y presionar para que les bajen los precios, buscando al mejor postor. Tenemos que marcar la diferencia con nuestros protocolos, con los diagnósticos y con nuestra forma de expresarnos; debemos ser buenos clínicos, pero también personas civilizadas.
No cobrar consulta es el peor error que podemos cometer. Es algo que tarde o temprano se vuelve en nuestra contra, y al final quienes salen ganando son los pacientes mezquinos que no buscan la mejor atención sino la más barata. Los pacientes desconocen las características de los insumos dentales: no saben que hay buenos, regulares, malos y pésimos materiales, y la gran mayoría de colegas no les informan sobre las características y calidades de los productos a usar.
Al margen de si las restauraciones son estéticas, funcionales o tienen un óptimo perfil de emergencia, lo que está en entredicho es el asunto ético de priorizar qué es lo mejor para el paciente, no para la billetera del dentista. La ética, los buenos principios, la honestidad, la integridad, son valores que se aprenden en casa y que se deben afianzar con el transcurrir de los años en la práctica profesional de cada uno de nosotros.
He sido testigo de muchos casos donde impera la ley del dinero, la falta de ética, la falta de compromiso hacia la profesión, pero quiero compartir uno en especial. Se trata de un caso que fue realizado a una paciente joven que acudió a una consulta en una clínica con un marketing digital y físico que pauta en periódicos, revistas y tv, con una publicidad orientada principalmente al turismo de salud. Como a muchos, a esta paciente la impresionaron enormemente en la sala de espera de esta clínica con imágenes de tecnología CAD/CAM fresadora y escaneado intraoral, junto al testimonio de otros pacientes, todo en inglés y en su mayoría de personas provenientes de USA y de Europa.
A esta paciente le dieron un discurso maravilloso y, según sus palabras, se sintió obnubilada con las promesas y con los casos que le mostraron y que según los miembros de esa clínica habían sido realizados en sus instalaciones por personal que laboraba allí. La paciente no tuvo los elementos de juicio suficientes al momento de tomar su decisión, y lo digo porque ella, así como miles de pacientes, se dejó llevar por sus emociones. Los seres humanos somos muy emocionales: compramos algo porque nos persuaden (neuromarketing/emotional dentistry) y se están aprovechando de los pacientes que no miran más allá de sus narices.
A la paciente le destrozaron todos sus dientes, le realizaron carillas y coronas sobre contorneadas y antiestéticas de oreja a oreja, las carillas se las vendieron como los famosos “lentes de contacto dentales”, le generaron una periodontitis generalizada, le insertaron pedazos de alambre de ortodoncia en los conductos radiculares como si fuesen postes pre-formados, le realizaron varios tratamientos defectuosos de endodoncia, le instalaron un par de implantes a nivel de primer y segundo molar superior con invasión del seno maxilar que ocasionó una severa sinusitis. El tratamiento fue una desgracia que le costó más de US 10.000 dólares al momento de ejecutarlo y otros miles más que sigue gastando para buscar solución y la manera de reparar los daños que le causaron.
Conclusión
La paciente está con la autoestima por el piso, aislamiento social, terapias con psicólogo y tratamiento psiquiátrico con medicación para depresión profunda. Este caso se hará público y muy seguramente va a presentar una demanda judicial. De nuestra parte, estamos haciendo el máximo esfuerzo y abocados en recuperar su salud bucal y la estética de su sonrisa para mejorar su confianza y autoestima.
* El Dr. Enrique Jadad es Especialista en Rehabilitación Oral, investigador y conferencista con práctica privada en Barranquilla (Colombia) y fundador del Grupo Dignificar la Odontología (FaceBook). Contacto: ejadad@gmail.com
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