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¿Por quién doblan las campanas de la Odontología?

El odontólogo Norberto Manzanares en una misión humanitaria en Guinea Bissau.

vie. 10 mayo 2019

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Luis Suárez Rosas, experto en salud pública cubano, afirma que el deterioro en la salud de la población exige a la sociedad remediar rápidamente cuestiones como el acceso, la equidad, la promoción y prevención o la calidad de la atención bucodental.

  GRANDES EXPERTOS  

Desde la segunda mitad del siglo XX, asistimos a un progreso científico-tecnológico sin precedentes en todas las esferas de la sociedad. El área de la Odontología no escapa del mismo. El impacto de las tecnologías de salud bucal en la práctica clínica, así como en la organización y prestación de servicios, puede calificarse, sin temor a exagerar, como espectacular, al proporcionar la posibilidad de disponer de más y mejores métodos preventivos, de diagnóstico, terapéuticos y rehabilitadores.

Agentes adhesivos de última generación, materiales restauradores que son prácticamente iguales al diente real en estructura, color, resistencia; los láser; los sistemas que permiten fabricar en cuestión de horas coronas o incrustaciones cuando antes tomaba una o dos semanas; la radiografía digital, el tratamiento con ozono, que permite tratar con oxígeno y recuperar la salud de dientes que hasta hace poco se hubieran extraído; las técnicas diagnósticas que posibilitan apreciar la desmineralización mucho antes; los aditivos de pasta dentales que liberan calcio y fosfatos que fortalecen la superficie dentaria, son algunas de las innovaciones que han aparecido en los últimos años.

“La Salud Pública necesita de acciones integrales, donde no estén presentes los diversos tipos de reduccionismos que acusan a la biología, el comportamiento o el nivel social de los problemas de salud bucal de la población. ".

A pesar del gran despliegue tecnológico y de su inusual expansión, los centros odontológicos modernos no dan solución a los principales problemas de salud bucal del mundo contemporáneo; a ello se suma que el desarrollo tecnológico se orientó fundamentalmente en dos sentidos: hacia la producción de instrumentos infinitamente variados y complejos, por lo que la asistencia se ha basado en la alta demanda de equipos tan especializados como caros; y hacia el desarrollo de una industria de la rehabilitación tan costosa como ajena a las demandas sociales de promoción y prevención de salud bucal. Como consecuencia de esta tendencia de desarrollo, encontramos la elevación irracional de los costos de los servicios odontológicos y la limitación extrema del acceso a los mismos por parte de la mayoría de la población.

La Salud Pública necesita hoy más que nunca de acciones propiamente integrales, donde no estén presentes el reduccionismo biologicista, que atribuye la enfermedad a hechos exclusivamente biológicos; el reduccionismo individualista, que acude al comportamiento humano como factor clave en la situación de salud; el reduccionismo tecnológico, que reconoce a los equipos e instrumentos técnicos como los llamados a solucionar los problemas de salud; el reduccionismo organizativo-gerencial, que preconiza la instalación y el desarrollo de métodos gerenciales como determinantes para el mejoramiento del estado de salud de la población; ni el reduccionismo social, que solo atribuye a factores sociales los hechos de salud.

¿Qué podemos responder ante los resultados de estudios que indican que una persona indigente tiene tres veces más riesgo de no tener acceso a atención dental de salud en comparación con una persona no pobre?

Que el nivel socioeconómico de la población es un determinante importante, observándose que la demanda aumenta desde 68% a 84% entre el quintil más pobre y el más rico de la población;

Que la media de escolaridad es significativamente mayor en la población que demanda atención de salud dental con 11,4 años promedio de escolaridad versus 9,3 años para la población que, habiendo tenido necesidad de atención, no la transforma en demanda real;

Que los elevados precios de las pastas dentífricas con flúor impiden que las personas de bajos recursos en países en desarrollo utilicen estos productos higiénicos básicos para evitar la caries dental.

José Martí, Apóstol de la independencia de Cuba, decía que “las grandes verdades se podían escribir en un ala de colibrí”. Y la gran verdad, que contrasta con el increíble desarrollo científico tecnológico de la Odontología en este Siglo XXI, es que millones de seres humanos que pueblan nuestro mundo, sobre todo en los países pobres que son la mayoría, no tiene acceso ni tan siquiera a un cepillo dental.

¿Podrá existir un escenario salubrista que intente comenzar a solucionar estas crudas realidades de nuestro tiempo si está regido por una voluntad política, y concreción en la praxis social de esta voluntad, por parte de los gobiernos y todas las esferas de la sociedad de los países de nuestro mundo para lograr que la salud sea un producto social?

Los millones de personas que en su vida han visitado a un odontólogo, producto de la inequidad y exclusión social, aguardan impacientes también por la cobertura universal de salud bucodental.

En su dimensión universal, el mensaje ético de Martí tiene hoy plena vigencia y ya suena como un último aldabonazo para evitar que las campanas doblen también por la Odontología.

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* El doctor Luis Suárez Rosas, Profesor Titular y Ex-Decano de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, Cuba.

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